Colombia, como la mayoría de países en Latinoamérica, ha logrado coberturas de electricidad cercanas al 100%. Paradójicamente, miles de hogares viven en un estado perpetuo de vulnerabilidad por la mala calidad del servicio de energía.
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Si uno se guía por las cifras de la Unidad de Planeación Minero Energética de Colombia, Barranquilla cuenta con un 100% de cobertura de energía eléctrica. Un mundo ideal. Pero si uno revisa las noticias del periódico El Heraldo en los últimos años, un panorama oscuro surge ante nuestros ojos: “Cortes de luz: Pumarejo los rechaza; Procuraduría pide explicaciones”; “¿Por qué se está yendo la luz en Barranquilla?”; “Comunidad bloquea vía en Juan de Acosta por recurrentes cortes de energías”; “Este sábado no habrá energía en cinco sectores de Barranquilla”. El anverso del mundo ideal.
Hace unos años, después de concluir su tesis de maestría enfocada en el mercado energético colombiano, David García, ahora investigador del departamento de Economía de la Universidad del Norte, se enteró de un concepto que resultó casi una epifanía para explicar lo que veía con frecuencia en sus visitas a diferentes zonas del Caribe: “pobreza energética”. Otros lo llaman “vulnerabilidad energética”. El concepto resume a la perfección esa paradoja que se replica en miles de hogares que, a pesar de estar conectados a la red de energía eléctrica, en el día a día padecen muchas penurias por la mala calidad del servicio.

En el departamento de Economía de Uninorte, David encontró varios aliados interesados en el mismo tema. Uno de ellos, el economista y profesor David Díaz Florian. Ambos han sido testigos directos de cómo este problema afecta a familias de sus estudiantes y de amigos en el Caribe colombiano. Las primeras búsquedas de información les demostraron que, aunque en 1991 se publicó uno de los primeros artículos llamando la atención sobre esta situación, sólo después de 2016 el asunto cobró importancia académica y política. El 80% de la producción científica en América Latina sobre este tema se ha dado en los últimos cinco años principalmente en México, Brasil y Chile.
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“Ese entendimiento y las discusiones que se han dado nos han llevado a plantear investigaciones para saber qué pasa en nuestro país, pero también en otras naciones de la región”, explica David García. Tras los primeros análisis y trabajos de maestría que ambos acompañaron en Uninorte, llegó una invitación desde la Universidad de Birmingham, en el Reino Unido, para que se sumaran a un grupo internacional con otras 20 instituciones interesadas en entender mejor este mismo fenómeno.

El proyecto se enfoca en el análisis de la resiliencia energética de las redes nacionales y la consecuente vulnerabilidad energética de los hogares en México, Cuba y Colombia. En un primer artículo que publicaron titulado “Comprender, reconocer y compartir conocimientos y brechas sobre pobreza energética en América Latina y el Caribe – porque conocer es resolver”, con la investigadora Harriet Thomson a la cabeza, exponen el siguiente panorama general de la región. “Aunque Colombia, Cuba y México reportan casi el 100% de acceso a la electricidad, no todos los hogares cuentan necesariamente con servicios energéticos de buena calidad, como calefacción, aire acondicionado y uso de electrodomésticos”, escribieron.

En el caso de Colombia, anotaron, las interrupciones anuales del suministro de energía suman 38 horas al año. Sin embargo, en la región norte alcanzaron hasta 800 horas en 2018. Si bien el país muestra ha tenido una trayectoria positiva en cuanto a expansión del sistema y su cobertura, los cálculos sugieren que en 2018 el 50% de los hogares se encontraban en alguna condición de pobreza energética, principalmente en el Caribe y el Pacífico.
En cuanto a la región de Latinoamérica, datos Banco Mundial muestran que el 64,8 % de las empresas en América Latina han experimentado apagones eléctricos, con un promedio de 2,1 apagones en un mes típico, cada uno con una duración promedio de 2,7 horas, lo que lleva a que el 26 % de las empresas posean o compartan un generador.

“En la Costa Caribe, por la experiencia nefasta con Electricaribe, la vulnerabilidad energética es altísima”, dice el profesor David Díaz Florián. Uno de los síntomas más claros de esa vulnerabilidad es que a los frecuentes apagones se suma que los electrodomésticos, que las familias compran con tanto esfuerzo, tienen una vida útil muy corta ocasionando costos adicionales a grupos de bajos ingresos. Además, la inestabilidad del flujo eléctrico restringe con frecuencia el acceso a servicios informáticos e internet.

Pero las consecuencias de esas alteraciones en el servicio se extienden mucho más allá de los usos cotidianos. Estudios en otros países han demostrado una correlación entre enfermedades respiratorias y gastos médicos con la pobreza y la vulnerabilidad energética. También, con el trabajo no remunerado de las mujeres en entornos urbanos. Durante la pandemia, recalca David García, muchos estudiantes vieron comprometido su desempeño académico por estas mismas irregularidades del servicio energético.
Uno de los síntomas más claros de esa vulnerabilidad es que a los frecuentes apagones se suma que los electrodomésticos, que las familias compran con tanto esfuerzo, tienen una vida útil muy corta ocasionando costos adicionales a grupos de bajos ingresos.
¿Si existe una cobertura alta de energía cómo se explica entonces la pobreza energética? “Un déficit en los servicios de energía realizados puede ser causado por varios factores sociotécnicos, institucionales y ambientales”, explican en el artículo el grupo de expertos internacionales, entre esos factores figuran una infraestructura poco confiable o de mala calidad; diferencias de género en el acceso y uso de la energía; altos precios de la energía; aislamiento social; y factores de estrés causados por la intensificación de los cambios climáticos.

Uno de los aspectos que más motiva al profesor Díaz Florián de este proyecto de colaboración internacional con la Universidad de Birmingham del Reino Unido, es que además de estudiar los factores que inciden en la pobreza energética de la región, van a trabajar con algunas comunidades representativas que la padecen, lo cual permitirá medir la vulnerabilidad y realizar talleres para ayudar a aumentar su resiliencia ante el problema. “La metodología con la que estamos trabajando incluye hacer talleres para mostrar cómo ser más resiliente ante esa inseguridad. Conocer la relación y percepción sobre el acceso a servicios energéticos y la calidad de vida en las poblaciones de mayor vulnerabilidad, y explorar alternativas de superación de la pobreza”, comentó
Una de las medidas es la promoción de instalaciones de generación distribuida de energía renovable.
Colombia ha reconocido la pobreza energética como una política prioritaria dentro del Plan Nacional de Energía. El marco regulatorio energético introdujo nuevas disposiciones para mitigar el problema principalmente en las Zonas No Interconectadas. Una de las medidas es la promoción de instalaciones de generación distribuida de energía renovable.

Sin embargo, ambos investigadores recuerdan que no sólo nos enfrentamos a los problemas de pobreza energética que el país arrastra de décadas pasadas, sino que un nuevo reto se abre ante las amenazas asociadas al cambio climático y la necesidad de iniciar una transición energética gradual y adaptativa. “Estamos afrontando un proceso de transición energética y tendremos muchos desafíos para reducir la vulnerabilidad energética de muchas familias”, comentó David García.

En este sentido, la severidad de los episodios del fenómeno de El Niño de las últimas tres décadas ya se ha traducido en serias amenazas de apagones y racionamientos.
El éxito de la transición energética colombiana, plantea el profesor David Díaz, dependerá de afinar la integración entre la hidro y la termoelectricidad. Esto implica que para los participantes en este proyecto el debate actual sobre la duración de la transición energética en Colombia pasa necesaria e ineludiblemente por la cuestión del aprovisionamiento de gas natural y carbón que requiere la termoelectricidad que continuará compensando la falta de generación hidroeléctrica cuando caigan los embalses.
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Mapa de Colombia con regiones conectadas a la red y regiones fuera de la red (izquierda).
 Mapa de irradiación solar diaria promedio por departamento (derecha).

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