Más de 300 casos de pacientes que han intentado suicidarse, atendidos en el Hospital Universidad del Norte a lo largo de 15 años, están ayudando a entender cómo crear estrategias para prevenir este desenlace.

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Un paciente de 14 años que atendió la psicóloga Edith Aristizábal-Diazgranados, hace algunos meses intentó suicidarse porque la novia lo dejó. Una mujer de 39 años también quiso acabar con su vida cuando descubrió que el esposo era infiel. Otro de los pacientes atendido en el Hos- pital Universidad del Norte contó esto:

“las cosas ya habían llegado a tal punto que la única opción era atentar contra mi vida”. Otro más dijo: “Yo no veía otra salida que no fuera el suicidio por la situa- ción que estaba viviendo con mi pareja”.

Escuchar historias como esta dos o tres veces por semana llevaron a Edith Aristizábal, docente del Departamento de Psicología de la Universidad del Norte, a tratar de entender qué está pasando con el suicidio en Barranquilla y sus alrededores. Al principio creyó que las deudas y problemas financieros eran una de las principales causas. Pero el trabajo que emprendió con dos colegas, Ana María Chamorro Coneo, adscrita también a Psicología, y Sandra Rodríguez Acosta, del Departamento de Economía, le terminaría mostrando un panorama diferente.

El primer pasó fue esculcar en el archivo del hospital todas aquellas historias clínicas de pacientes que se suicidaron o lo intentaron una o varias veces. El hospital con 60 camas atiende unas 250.000 personas al año. En total identificaron 336 historias clínicas asociadas a suicidio, 269 de mujeres y 67 de hombres. Las edades oscilaban desde los 8 hasta los 95 años, pero la gran mayoría eran jóvenes de 20 a 40 años.

Estos primeros datos coinciden con el panorama que ha trazado la Organización Mundial de la Salud, que clasificó la conducta suicida como una de las tres causas más comunes de muerte no accidental en personas menores de 25 años. Cada año, casi un millón de personas se suicidan en todo el mundo. En Colombia, los informes oficiales indican una mayor tasa de suicidio entre las personas de 15 a 30 años. De hecho, cerca del 25% de las personas que se suicidan en Colombia son adultos jóvenes.
En su trabajo, las investigadoras establecieron que los métodos más comunes en los intentos suicidas fueron intoxicación (289), automutilación (32), armas de fuego y ahorcamiento. Y, en cuanto a las razones, predominaron los problemas familiares (132), disputas de pareja (116) y en mucha menor medida los problemas financieros (8). Además, estimaron que el 32% de los casos atendidos había tenido otros intentos de suicidio.

“Lo que intentamos con esta investigación fue identificar los factores de riesgo que predicen los intentos suicidas repetidos”, explica la profesora Edith Aristizábal doctora en Psicología con orientación en Neurociencia Cognitiva Aplicada. “Décadas de investigación han identificado el comportamiento suicida como el resultado de una interacción de factores biológicos, psicológicos y socioculturales. Sin embargo, la evidencia no es concluyente en cuanto a qué factores sustentan la transición entre ideas suicidas y actos suicidas, particularmente en poblaciones de países de bajos y medianos ingresos”, escribió en un artículo publicado en agosto de 2021 en la Revista Colombiana de Psicología.

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De la hipótesis al plan

El suicidio es una idea que se va configurando en la mente de las personas para luego concretarse en un plan y finalmente un intento suicida. Entender cada vez mejor ese camino que lleva a los pacientes a caer en una visión de túnel, en un entrampamiento de su pensamiento, es uno de los retos de las neurociencias al que Edith Aristizábal y sus colegas están intentando hacer su aporte. En línea con esta preocupación, un estudio realizado con 18.903 registros médicos en toda Colombia indicó que la ideación suicida persistente predice múltiples intentos de suicidio. Las investigadoras de Uninorte comprobaron esto en su trabajo al detectar que la ideación suicida precedió los episodios de autoagresión en 105 de los 336 casos estudiados. Esta es una primera pista para trabajar en prevención. Si los profesionales de la salud
logran detectar con más precisión aquellos pacientes en los que germinan las ideas suicidas y logran acompañarlos con diferentes intervenciones, se puede reducir su riesgo. Otro factor común muy relevante es que en 254 casos se detectó un diagnóstico psiquiátrico previo. La mayoría de ellos (155) correspondían a desórdenes del ánimo y psicosis. Las personas con un diagnóstico psiquiátrico acompañado de un trastorno de la personalidad tenían 12 veces más probabilidades de realizar intentos repetidos en comparación con las personas con un solo diagnóstico psiquiátrico o las personas sin un diagnóstico. “La influencia de los trastornos de la personalidad en la ideación y conducta suicida ha sido parcialmente cubierta por la literatura”, explican en su artículo las autoras.
Yahira Guzmán, psiquiatra y coordinadora del Departamento de Salud Mental y Psiquiatría en la Clínica Universidad de La Sabana, cree que este es un hallazgo de la investigación de sus colegas que amerita más análisis, sobre todo en relación con la población más joven: “Me llama la atención la afirmación de intento de suicidio en relación con enfermedad mental. En población joven y adolescentes para intentos y gestos suicidas no es lo más común. Por otra parte, cuando es- tamos hablando de menores de 18, se debe tener precaución para hacer diagnósticos de trastornos de personalidad”. Aristizábal está de acuerdo con esta advertencia para que sus colegas interesados en este tema no extrapolen los resultados a la población menor de 18 años.
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Mejor prevenir que lamentar

Prevenir es la palabra clave para las investigadoras. La revisión de las historias clínicas les permitió darse cuenta que para algunos pacientes no fue posible acudir a un profesional de la salud mental. “Esto es una oportunidad perdida. Nuestros resultados muestran la necesidad de mejorar las evaluaciones del riesgo de suicidio y las prácticas de seguimiento de la conducta suicida dentro de las prácticas clínicas y los programas de prevención”, anotaron.

Un hallazgo interesante que arrojó el estudio de la profesora Edith Aristizábal y sus colegas fue que entre medicamentos de venta restringida comprendían más de un tercio de los casos de intoxicación autoinfligida con medicamentos. Y también que el segundo método de autointoxicación más común utilizado fue la ingestión de productos químicos, algunos de los cuales están sujetos a restricciones legales. Para ellas esta es una señal clara de la necesidad de incluir en las estrategias de prevención los factores sociales y ambientales.

Curiosamente la Encuesta Nacional de Salud Mental 2015 mostró que en Colombia la región con la más alta frecuencia de ideación suicida fue Bogotá y la más baja fue justamente la región Atlántica. Un dato que apunta a la importancia de realizar investigación local para comprender las variaciones en estos fenómenos en un país tan diverso como Colombia.

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