MUJERESque vivenlaCIENCIA

Por Jesús Anturi
Editor Intellecta
anturij@uninorte.edu.co

Con la campaña “Mujeres de Ciencia Uninorte”, la institución busca visibilizar a las científicas que con sus aportes y conocimientos contribuyen a consolidar la investigación en el Caribe colombiano. En esta edición presentamos a las que se desempeñan en Ciencias Básicas.

 

El instituto de Estadística de la Unesco estima que las mujeres apenas constituyen el 28 % de los investigadores en ciencias a nivel mundial. En Colombia, el porcentaje es ligeramente superior (38 %), pero si hablamos de paridad de género, solo uno de cada cinco países lo ha logrado; volviendo a Colombia, un estudio del biólogo Camilo López Aguirre indica que el país podría tardar 30 años en alcanzar la paridad en la fuerza laboral científica.

Las cifras dejan en evidencia una situación cada vez más preocupante en el ámbito científico y académico, pues la exigua participación de la mujer en el campo de la ciencia parece estar más relacionado con paradigmas sociales que siguen arraigados de generación en generación, que con la capacidad intelectual del género femenino.

“Uno comienza a ver una exclusión de las mujeres en ciertos campos profesionales, a pesar de que hay evidencias científicas suficientes para decir que las mujeres se desempeñan mejor que los hombres en ciertas áreas. Siento que hay una discriminación no consciente contra las mujeres, particularmente en campos como física y matemáticas”, dice Joachim Hahn, vicerrector académico de Uninorte, quien considera que esto se debe a problemas profundos y socialmente condicionados.

Por ejemplo, de acuerdo con Hahn, es común el mito de que las niñas son malas para matemáticas. “Está presente desde la casa y se afianza cuando la niña entra al colegio, pues muchas profesoras tienden a reforzar esa imagen”, señala el vicerrector. En su concepto, la vida académica sufre cuando ciertos campos del saber son dominados por los hombres, y la academia tiene que derribar esa barrera social que deja por fuera el talento de las mujeres.

Desde Uninorte, uno de los caminos propuestos para cambiar esa tendencia es darles visibilidad a las mujeres que le apuestan a desarrollar su vida profesional en la ciencia. Mediante la campaña “Mujer de Ciencia Uninorte” presentamos a un grupo de mujeres, todas ellas brillantes, fuertes y de capacidad científica superior, líderes naturales, capaces de guiar a sus equipos y estudiantes hacia la consecución del conocimiento, quienes con su ejemplo dan muestra de la capacidad y tenacidad con que asumen los retos científicos de cada día, sin abandonar nunca su rol de mujer, de madre, de esposa.

La historia nos muestra que no son pocas las mujeres que fueron y que son decisivas en los avances del conocimiento que hoy hacen nuestro mundo posible, y a lo mejor estamos desaprovechando el potencial de muchas otras que desvían su andar científico ante la falta de oportunidades. Si el transitar en la ciencia es un camino lleno de adversidades, para las mujeres suele ser más desafiante.

Cambiar la percepción

Judith Elena Arteta Vargas, decana de Ciencias Básicas de Uninorte, no solo ha dedicado su vida a hacer ciencia, sino también a buscar soluciones para enseñarla mejor. Desde niña fue una estudiante brillante que obtenía siempre excelentes notas, por lo que sus profesores la alentaban a perseguir una carrera en las ciencias. Ella optó por formarse como maestra en biología y química en la Universidad Pedagógica Nacional en Bogotá, y fue allí donde se enamoró de la genética.

Como educadora es consciente de que las percepciones que tenemos de la ciencia influyen en la forma como la aprendemos. Recuerda que cuando visitaba instituciones educativas identificaba dificultades en los jóvenes para aprender ciencias, así como la falta de entusiasmo por estudiarlas y los temores que en algunos casos se veían frente a estas materias. “En el caso de biología, los chicos se quejaban de que era extremadamente nominalística: la asociaban con demasiados nombres, como las partes de la célula, los cientos de huesos del cuerpo humano, los elementos de la tabla periódica, etc.”, dice Arteta.

Según la investigadora, son varios los elementos que influyen en el reducido número de personas que se dedican a la ciencia como carrera profesional, entre ellos la manera en que la aprendieron en la escuela y el poco apoyo que reciben los científicos en nuestro país. Pero en el caso de las niñas se suma la creencia popular de que los niños son mejores para estas ramas del conocimiento.

“Ellas se quedan con ese principio y se niegan desde su interior, desde la parte emocional. Entonces no hay relaciones positivas con las ciencias y el medio cultural no las favorece adecuadamente para posibilitar siquiera pensarlo. Incluso en la elección de la carrera profesional, en la que los padres influyen mucho, muchas veces se desestimula el interés de las jóvenes hacia la ciencia, porque algún día van a ser madres de familia y deberían buscar algo más relacionado con ese rol”, añade.

Otro factor que termina influyendo es la creencia de que la maternidad va en contravía del interés científico, debido a la dedicación que requiere el trabajo de laboratorio. Karen Flórez, investigadora en matemáticas y estadística, todavía se asombra de que haya gente que le pregunta en qué momento atiende a su familia. “Yo hice el doctorado con mi hija menor en la barriga y eso no me impidió jamás asistir a una clase. De hecho, tuve un embarazo de cuidado porque tuve un cerclaje para prevenir un parto prematuro”, narró.

Flórez se ha especializado en temas probabilísticos relacionados con la salud, por eso trabaja desde 2009 de la mano con el equipo de investigadores de Salud Pública de Uninorte, donde, a partir del análisis de datos, responde preguntas cómo. ¿qué probabilidad tiene una persona en Barranquilla de ser afectada por el virus del zika?, o ¿qué riesgo tiene alguien que vive en el Amazonas de adquirir el dengue?

“Parece todo muy abstracto al principio, esa es la percepción de muchas personas, pero lo bonito de las matemáticas es que, si tengo un problema, por ejemplo, el zika, me permite buscar la fórmula o modelo que permita predecir el riesgo de esa enfermedad. La estadística es un área transversal a cualquier conocimiento y las aplicaciones en salud son muchísimas”, aseguró la profesora e investigadora del departamento de Matemáticas y Estadística de Uninorte.



La vocación como principio

Descubrir la vocación profesional a veces toma años, pero también hay casos de personas que descubren lo que quieren hacer en su vida a muy temprana edad. La geóloga Carolina Martínez desde que estaba en el bachillerato identificó que sus gustos estaban en la química y la biología, y se decidió por la geología por la posición ambientalista. “Yo creía que iba a salvar el planeta, pero en el camino me di cuenta de que tenía mucho más que ofrecer, pues es la base de todos los productos explotables de los que vivimos; todo está hecho de minerales”, explica la investigadora, profesora y coordinadora del programa de Geología de Uninorte.

Su línea de trabajo es la interpretación sísmica, que se basa en el estudio de las capas del subsuelo. Una especialidad con gran aplicación en la industria, pues permite hallar yacimientos y hace que la carrera de geología, según la profesora, no se vea tan abstracta como otras ciencias. Además, con el auge de la exploración y explotación offshore (bajo el mar) de hidrocarburos se vuelve aún más valiosa en el país.

Por su parte Maritza Duque, profesora de Química y Biología de Uninorte, siempre tuvo claro que no quería trabajar encerrada entre cuatro paredes. Se veía a sí misma como una trabajadora de campo, de espacios abiertos que la acercaran a la naturaleza porque allí experimentaba una “sensibilidad especial”, que en parte le atribuye al hecho de ser mujer. Para ella las mujeres tienen una relación diferente con la naturaleza. “Nos beneficiamos, la percibimos y la vivimos de una manera diferente”, sostiene.

Su deseo se cumplió, incluso como profesora se da el gusto de realizar la mayoría de sus clases al aire libre para salir de los espacios tradicionales de enseñanza y aprendizaje. Trabaja con la biodiversidad de las ciudades, sin desconocer el territorio. “La biodiversidad hay que verla como una sola y ver cómo se conecta lo que hay en la ciudad, con lo que hay en los ecosistemas del entorno”, dice.

Oriunda de Bogotá, la profesora narra que al llegar al caribe pudo conocer a fondo sobre la flora y fauna de Colombia. “Yo sabía que vivíamos en un país biodiverso, pero cuando llegué acá fue que verdaderamente empecé a vivir esa biodiversidad, empecé a ver la cantidad grandísima que hay de aves. En Bogotá el clima es estable prácticamente todo el año, mientras que aquí hay periodos muy marcados de lluvia y de sequía. Ver los procesos de adaptación que tienen los animales y la vegetación frente a las condiciones extremas que se presentan en un ecosistema como este es increíble”.

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El despertar de la curiosidad

Tomar una flor, abrirla por la mitad y maravillarse con lo que encontraba en su interior es una costumbre que la botánica María Cristina Martínez adquirió desde su infancia, cuando se preguntaba por las curiosas formas de los diferentes tipos de flora, sus similitudes y diferencias.

Fueron los primeros pasos de una carrera investigativa dedicada al estudio de las plantas que crecen en los distintos lugares del suelo latinoamericano. La riqueza vegetal de Centro y Suramérica, especialmente la variedad de especies de la familia de plantas Burseraceae (la misma a la que pertenecen el incienso y la mirra), ha sido el tema de investigación por más de 20 años para Martínez, quien se ha enfocado desde que finalizó su pregrado en Biología en la Universidad Nacional.

Para la profesora de Química y Biología de Uninorte, las mujeres que son científicas y docentes tienen ciertas cualidades que las destacan a la hora de comunicarse y compartir su conocimiento con los estudiantes. Su filosofía como investigadora se basa en la apertura, la colaboración y el “entender que las investigaciones no las hace una sola persona, sino que son resultado del trabajo de una comunidad”; razón por la que siempre intenta incluir en sus proyectos a alumnos que compartan sus intereses temáticos, con lo que les da oportunidad a futuros científicos de contribuir en sus estudios sobre botánica.

Por su parte, el descubrimiento profesional de Juanita Aldana, profesora de Química y Biología, también se dio a temprana edad, a los 14 años. En clases vocacionales de agricultura que veía en el colegio campestre al que asistía en Cota, Cundinamarca, se dio cuenta de la fascinación que sentía por las plantas y los animales; sensación que reafirmó en su época universitaria en la carrera de Biología en la Universidad de los Andes.

Su motivación era entender cómo los animales, las plantas y el hombre se insertan y relacionan en el paisaje geográfico. Afirma que su principal reto como investigadora y docente es hacer más visibles los ecosistemas y que las personas noten que dependen de ellos. Considera que se debe crear mayor consciencia sobre los retos particulares que tienen las mujeres que se quieren dedicar a la investigación y además anhelan ser madres y conformar un hogar.

“Muchas veces, el sistema no te permite tener las dos cosas, y hay menos posibilidades de que haya científicas si no tienen una red familiar o de personas que las apoye; así que es importante que las instituciones cambien las reglas para favorecer las necesidades de las mujeres. Es difícil, pero es fundamental poder complementar la vida familiar y profesional”, dice Aldana, madre de dos niñas.

Si de curiosidad se trata, Natalia Hernández, profesora de Matemáticas y Estadística de Uninorte, ha seguido la pista a sus principales interrogantes al momento de aplicar su ciencia en la solución de problemáticas reales: “La vida es binomial, es decir, para que haya éxito tiene que existir el fracaso y pienso que en eso está la curiosidad; es atreverse a hacer cosas, estar dispuestos a equivocarnos y saber que eventualmente esa equivocación nos llevará a la respuesta correcta”.

Desde temprana edad se sintió atraída por los números, la biología y la informática, lo que la llevó a mezclar sus intereses académicos cursando una maestría en matemáticas con énfasis en computación científica en la Universidad de Heidelberg, en Alemania. Estudios que le permitieron centrar su trabajo investigativo en estadística aplicada; campo en el que, a través de la recopilación y presentación de datos, los científicos buscan dar respuesta a necesidades de la sociedad actual.

Al igual que todas las mujeres que han triunfado en la ciencia, enfatiza en la obligación que como sociedad tenemos para eliminar la extendida creencia cultural de que las mujeres no tienen el mismo rendimiento que los hombres áreas como las matemáticas. “A veces uno piensa que solo es en este país, pero es una situación global. Todos debemos aportar a evitar que se siga multiplicando. No estoy diciendo que todas las mujeres tienen que ser matemáticas, es más una invitación a ver que todos tenemos las mismas opciones”, afirma Hernández.

Estas son apenas unas cuantas de las muchas mujeres que contribuyen con su conocimiento y dedicación científica a que Uninorte consolide su trayectoria investigativa. Son ejemplo del tipo de profesionales que la institución espera inculcar en las mujeres que sueñan con desarrollar una carrera exitosa en las ciencias