RESUMEN


Manuel Eduardo Moreno Slagter

Responsive Image
ACERCA DE MÍ Arquitecto con estudios de maestría en medio ambiente y arquitectura bioclimática en la Universidad Politécnica de Madrid. Decano de la Escuela de Arquitectura, Urbanismo y Diseño de la Universidad del Norte. Defensor de la ciudad compacta y densa, y de las alternativas de transporte sostenible. Coleccionista de música.

Contacto

BLOGS


El valor de las ciudades

La pandemia ha puesto más luces sobre lo necesarias que son las buenas prácticas relacionadas con el urbanismo.

A pesar de sus problemas de salubridad, atascos de tráfico, contaminación, islas térmicas, inseguridad y cualquier otro que se nos ocurra, nada ha impulsado tanto el desarrollo de la humanidad como las ciudades. Desde las aglomeraciones en Mesopotamia hace nueve milenios hasta las sofisticadas urbes de nuestros días, las ciudades surgen como una respuesta espontánea a las ventajas de la proximidad y la cooperación entre las personas, facilitando los intercambios comerciales, la defensa, el refugio y casi todas nuestras interacciones con la naturaleza. Son, quizá, el invento más notable de la especie.

Las dificultades motivadas por el virus que nos asola desde hace más de un año, han minado la fe en la vida urbana. Atendiendo esas reacciones, no pocos han vaticinado cambios importantes para las ciudades, llegando incluso a dictaminar su imperiosa reinvención —esa palabreja de la que tanto se ha abusado en estos tiempos— como si no fuesen conjuntos que sufren alteraciones y adaptaciones constantes, tan vivos como sus habitantes y siempre inacabados. Salvo tragedias mayúsculas, una ciudad nunca se da por terminada. Quizá por eso, la mayoría de los escenarios probables para después de la pandemia anticipan fenómenos que en cualquier caso ya estaban siendo ensayados por varios ayuntamientos. París y Bilbao nos dan dos buenos ejemplos.

Hace poco, por la magia de los algoritmos, obtuvo alguna difusión la idea de la «ciudad de los 15 minutos» que impulsa Anne Hidalgo en París. Observé que para muchos esa iniciativa era la consecuencia de los aburridos confinamientos, viendo una relación causa-efecto que no admitía discusión. Lo cierto es que París venía hace rato experimentando con intervenciones prácticas en el espacio público (recordemos las playas del Sena), que poco a poco seguían animando la vida de la capital francesa. De hecho, algunos recordaron con razón que eso de los 15 minutos que se estaba proponiendo no era nada diferente a los barrios de toda la vida. Ninguna ciudad seria se estanca, menos una tan emblemática que seguro recordará lo bueno que resultan las transformaciones, especialmente cuando los atrevimientos de Haussmann todavía le dan su imagen distintiva.

En Bilbao no se pueden superar los 30 kilómetros por hora en ninguna calle, una condición que le significó un premio de la Unión Europea en abril de este año. La idea no se cocinó con las cuarentenas, venía siendo implementada desde el 2018, cuando casi el 90 % de la ciudad debía ajustarse a ese límite. Con la imposición de una velocidad tan moderada, la convivencia entre los diferentes medios de transporte se hace mucho más amigable y segura. Así lo han comprobado diferentes estudios, que al menos desde 1995, revisan el caso de Graz (Austria), señalando reducciones de hasta un 25% en los accidentes graves.

Entonces, nada nuevo. Eso sí, la pandemia ha puesto más luces sobre lo necesarias que son las buenas prácticas relacionadas con el urbanismo. Ojalá la preocupación por la calidad de la vida en las ciudades supere la resaca previsible, y que no necesitemos un acontecimiento tan traumático para volver a valorar nuestros espacios compartidos.

Fotografía tomada de https://www.unsplash.com

Publicado en El Heraldo el jueves 3 de junio de 2021