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Manuel Eduardo Moreno Slagter

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ACERCA DE MÍ Arquitecto con estudios de maestría en medio ambiente y arquitectura bioclimática en la Universidad Politécnica de Madrid. Decano de la Escuela de Arquitectura, Urbanismo y Diseño de la Universidad del Norte. Defensor de la ciudad compacta y densa, y de las alternativas de transporte sostenible. Coleccionista de música.

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Salir de las redes

El poder que tienen las redes sociales se lo damos nosotros al estar conectados a ellas. Si nos desconectamos se debilitan bastante.

Poco a poco va siendo evidente que algo malo está pasando con las redes sociales. No se trata necesariamente de los últimos acontecimientos, relacionados con la suspensión de las cuentas de Twitter y de Facebook del presidente de los Estados Unidos, sino de todo lo que está rodeando este fenómeno desde hace ya un buen rato. El asunto de Trump sólo es otro eslabón. Vamos entendiendo que el poder que tienen esas redes es mucho más del que alcanzamos a imaginar, y que probablemente no están del todo equivocadas las posturas que les atribuyen una significativa responsabilidad por la furia general que se está expandiendo por todo el mundo.

Es un buen momento para valorar con objetividad la importancia que les damos a las redes sociales en nuestra vida cotidiana. La promesa original de Internet, o al menos el anhelo de quienes vivimos el nacimiento y la popularización de esa tecnología, era la posibilidad de comunicarnos sin mayores límites, a escala global y de una forma relativamente barata. Tal novedad nos permitió pensar en un mundo mejor, más democrático, liberado de algunas de sus barreras más notables. No parece que esa promesa se esté cumpliendo, o al menos no como pensábamos. Desde luego, la información está al alcance de muchas más personas, y resulta muy útil poder leer desde nuestras casas los periódicos, o escuchar las estaciones de radio (y a veces ver los canales de televisión), de casi cualquier país. La conveniencia del correo electrónico y los intercambios inmediatos mediante mensajes cortos han facilitado muchas gestiones personales y de trabajo, propiciando importantes ahorros de tiempo y recursos. Internet nos ha facilitado la vida, de eso no hay duda. Pero no pudimos entrever, no con la claridad necesaria, que la potencia del sistema, con su capacidad para enviar mensajes a cientos de millones de personas al unísono, como nunca antes en la historia de la humanidad, podría ser usado para causar daño, manipular con precisión y afectar decisiones vitales que superan el ámbito digital.

En mi caso, pasado el entusiasmo inicial, cuando fue posible ponerme al día y conocer las fotos más recientes de algunas personas de las que no tenía noticias hacía rato, la pertinencia de seguir revisando lo que pasaba en Facebook perdió sustento. Abandoné esa red hace varios años. Ahora me estoy preguntando si vale la pena seguir activo en Twitter, dado que, salvo algunas bienvenidas excepciones, se ha convertido en una especie de cloaca digital en la que se vierten generosas dosis de rabia y agresión. Quizá basta con tener un correo electrónico y un teléfono de contacto: quien nos necesite, nos encontrará.

Los invito a que se pregunten lo mismo. Al fin y al cabo, el poder que tienen las redes sociales se lo damos nosotros al estar conectados a ellas. Si nos desconectamos se debilitan bastante.

Fotografía tomada de https://www.pexels.com

Publicado en El Heraldo el jueves 14 de enero de 2021