¿Cómo aprende el ser humano y qué pueden hacer los docentes para facilitarlo?

Una pregunta que más de un profesor debe hacerse cuando entra a clases, pero que no es fácil de responder. Los educadores José Aparicio y Elsa Escalante compartieron con colegas algunas reflexiones acerca del proceso de aprendizaje y enseñanza, bajo diferentes dimensiones sociales y culturales.

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Durante la presentación de la coordinadora Elsa Escalante

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24 jul 2020

¿Cómo aprende el ser humano y qué podemos hacer para facilitarlo? Bajo esta interrogante la Maestría en Educación de la Universidad del Norte organizó un encuentro virtual para que docentes y directivos académicos reflexionaran alrededor de los pilares más importantes de la educación y el aprendizaje. José Aparicio, decano del Instituto de Estudios en Educación, y Elsa Escalante, coordinadora de la maestría, brindaron ideas y recomendaciones para buscar una mejor educación de calidad en la ciudad, el departamento y la región, a través de la jornada desarrollada por la plataforma Zoom.

“Los docentes podrán crear y expresar de manera más clara el conocimiento, pero en muchas ocasiones no depende de eso el aprendizaje, sino de lo que pase en el sujeto que aprende. Probablemente nos enfrentamos a que ese aprendizaje no se esté produciendo”, comentó el decano.

Para él, el aprendizaje está basado en tres conceptos: cambio, duradero y transferible. Es decir, es duradero cuando el conocimiento persiste en el tiempo, no solo en el espacio que un docente enseña a un estudiante para un examen u obtener una nota. 

El hecho de que sea transferible significa que ese conocimiento obtenido en los años académicos se recuerde y utilice en el diario vivir. Para Aparicio, la enseñanza no es entendida como una instrucción sino como el intento de facilitar y promover ese aprendizaje que debe ser duradero y transferible.

Del mismo modo, el concepto de cambio implica los conocimientos, ideas, saberes, es decir, lo que el sujeto conoce. Pero ese no es el único cambio que se debe realizar, sino que hay unos más complejos: los aprendizajes sociales, los cuales desarrollan ciertas habilidades en nuevas técnicas y estrategias.

“El cambio tiene que producirse para un buen aprendizaje en lo que el sujeto hace, siente, piensa y cómo son sus actitudes, maneras que representan al mundo y los cambios conceptuales que puede llegar a obtener”, sostuvo el decano.

Existen clasificaciones para reorganizar estos conceptos como la dimensión cognitiva, afectiva y comportamental. El cognitivo está comunicado con la idea de la instrucción del contenido verbal, pero esta enseñanza tiene que ser comprendida para darle un significado, y para ello hay que hacer cambios conceptuales en la manera de pensar.

Esto depende de la dimensión emocional y comportamental, ya que hay que generar que los estudiantes encuentren esa motivación basado en la sensación de autoeficacia, que consiste en que sientan que son buenos en lo que están haciendo y sientan deseos de seguir aprendiendo los contendidos académicos. A partir de ahí se desarrolla la motivación y el compromiso.

De igual manera, los hábitos y las rutinas se logran a través de la práctica y en este caso el aprendizaje esta guiado por un educador que le va permitir al estudiante avanzar y superar dificultades, pero que finalmente logrará una autoeficacia vinculada a la motivación.

Elsa Escalante resaltó que el aprendizaje no solo se vincula entre estudiante y docente, sino que tiene elementos alrededor como la familia, la cultura y el aula, y para ello rescata la labor de los profesores.

“No hay aprendizaje del niño si no tenemos un docente que pueda generar esos aprendizajes y para ello se necesita estar bien a nivel personal, emocional, como ser humano y tener una fortaleza a nivel profesional”, argumentó la coordinadora.

Escalante concluyó con tres elementos claves para el docente: la formación profesional, que le otorga referentes de calidad para generar procesos de aprendizaje; pensamiento crítico, con el que el docente analiza y evalúa los contenidos y elementos de aprendizaje que necesita el estudiante, y finalmente un trabajo colaborativo con los padres para que obtengan una misma meta: el aprendizaje, el desarrollo y la calidad de vida de los docentes y niños.

Por Valentina Sánchez Herrera 

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