Tras la pista del nacimiento del río Magdalena

En un artículo científico publicado por un grupo de investigadores colombianos, entre los que se encuentran cuatro de Uninorte, se profundiza en el análisis geológico para identificar el origen del principal afluente colombiano, lo cual nos permite entender los cambios ambientales ocurridos en las últimas decenas de millones de años. Este trabajo contó con el apoyo financiero de la Alianza U4.

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Desierto de la Tatacoa.

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26 ene 2021

Sabemos que el río Magdalena nace en una laguna, que lleva el mismo nombre, en el macizo colombiano, pero aún no sabemos con exactitud cómo ni cuándo surgió. Diversas investigaciones llevadas a cabo recientemente en el desierto de la Tatacoa sugieren que el río apareció hace tres o cuatro millones de años, cuando las cordilleras del macizo colombiano comenzaron a crecer, bloqueando la conexión existente con el Amazonas.

En un artículo (A Middle to Late Miocene Trans-Andean Portal: Geologic Record in the Tatacoa Desert) publicado por un grupo de investigadores colombianos, entre los que se encuentran cuatro de Uninorte, profundizan en el análisis geológico para identificar el origen del principal afluente colombiano. Pero, ¿por qué es importante conocer esto?

De acuerdo con Felipe Lamus, profesor de Geología de Uninorte y uno de los autores del artículo, conocer el origen del río Magdalena nos puede indicar cuándo se comenzaron a levantar la cordillera central y oriental. “Reconstruir esta historia permite entender los cambios ambientales ocurridos en las últimas decenas de millones de años. Además de inferir los cambios en las faunas y floras ocurridos en estas regiones en estos lapsos de tiempo”, dice.

Antes del crecimiento de este macizo, las cabeceras de afluentes de la cuenca del Amazonas (ríos parecidos al Caquetá y Putumayo de hoy), drenaban desde el valle del río Cauca. De modo que, entre 13 y 3 millones de años, un bote de rafting podía tomar uno de estos cursos de agua, desde lugares como donde hoy están Cali o Popayán y bajar pasando por Neiva, llegando a Florencia o Mocoa. La travesía de este bote aguas abajo continuaría por una zona inundable, a veces llamado lago Pebas, antes de continuar su camino al Océano Atlántico.

El río Magdalena como tal se formó cuando la cordillera Oriental y Central cerraron el portal Trans-Andino que comunicaba los drenajes con la cuenca del Amazonas. “Se sabe que esto ocurrió en algún momento a finales del Neógeno (25 a 2 millones de años). Muchos autores con diferentes metodologías han buscado datar este suceso. Lo novedoso de este trabajo es que mediante la integración de múltiples técnicas se llegó al dato propuesto, aproximadamente 3 millones de años”, agrega Lamus.

Para llegar a esta conclusión los investigadores crearon un mapa geológico de un área de casi 400 Km cuadrados, con más de 1000 km de líneas que muestran contrastes entre tipos de rocas, con los cuales se pudo hacer un control detallado de las estructuras y la estratigrafía.

“Es de resaltar el resultado de minerales densos como el Circón, con el cual se pudo ver que en los estratos del Mioceno en la Tatacoa se pueden encontrar tres poblaciones diferentes de estos que marcan fuentes diferenciadas tanto de la cordillera Central como de paleoaltos en donde hoy está la Cordillera Oriental. Estos resultados son similares a los encontrados por algunos estudios en la Amazonia occidental”, explica Lemus.

Aproximadamente hace 5 millones de años, la placa que subduce bajo los Andes (Nazca) sufre un aplanamiento que causó la migración hacia el este de los complejos volcánicos, de modo que hace alrededor de 4 millones de años, se construyeron grandes volcanes en el eje de la actual cordillera Central, cerrando este portal andino de tierras bajas y alterando los patrones de drenaje para asemejarse a una configuración moderna. Según el estudio, es probable que esto haya dado inicio al drenaje hacia el norte de lo que hoy conocemos como el río Magdalena.

“Con distintas líneas de evidencias se puede reconstruir la historia pasada de todo un territorio, y es paradójico que en un lugar donde llueve poco y aparezcan tantas rocas, como la Tatacoa, pueda contar una historia sobre la evolución de los grandes ríos que tenemos hoy en Suramérica”, señala Lemus.

Esta publicación científica cuenta con el apoyo financiero de la Alianza U4, que se formalizó a finales del año pasado entre la Universidad del Norte, Universidad EAFIT, CESA e ICESI, y es ejemplo de cómo la asociación entre distintos centros de investigación de primer nivel del país puede dar grandes frutos para la ciencia nacional.

“Con la alianza deseamos poder sacar adelante muchas ideas conjuntas y poder beneficiarnos de tener movilidad entre las universidades. A mediano plazo queremos comenzar a ofrecer materias conjuntas y colaboraciones en proyectos de investigación”, finaliza Lemus.

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