¿Qué queda en nosotros después de una
lectura? Este texto propone una inquietante
preocupación por la presencia nítida que
puede quedar o no después de enfrentarnos
a la literatura. Para recordar un texto hay
que haberlo olvidado hasta cierto punto, es
así como este recuerdo siempre será creativo
y poco fiel. Con un caso de García Márquez
tratando de recordar un cuento de Cortázar,
y las diferentes modificaciones que esa
evocación provocó en el mundo editorial, las
páginas se siguen en esta amena reflexión.
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* Filósofo de la Universidad del Atlántico.
Con motivo de la muerte de Julio Cortázar, García Márquez escribió "El argentino que se hizo querer de todos", un artículo que fue publicado algunos años después en la colección Cara y Cruz de la extinta editorial Norma, como una antesala de la colección de cuentos Todos los fuegos el fuego. En este artículo se describe una lectura en voz alta que Cortázar hizo alguna vez en un parque. Gabo nos presenta aquel evento como el momento mágico que debió ser y nos dice que escuchó leer a Julio Cortázar "sin más armas que su voz hermosa y un cuento suyo de los más difíciles: La noche de Mantequilla Nápoles". Nadie, después de leer esto, podría vivir sin conocer el cuento.
Me llevé dos sorpresas. La primera fue descubrir un error en el nombre del cuento, que en realidad se titula La noche de Mantequilla. La otra sorpresa fue el argumento, que no tiene nada que ver con lo que se mencionaba en el artículo. Gabo confundió La noche de Mantequilla, la historia de un intercambio de mercancías entre mafiosos durante una pelea de boxeo, con Torito, otro cuento de Cortázar contado por un boxeador en primera persona. Aunque, en realidad, tampoco este cuento encaja completamente con la descripción de Gabo.
Diez años más tarde, en 1994, el propio García Márquez escribió la crónica El mismo cuento distinto, donde relata un caso parecido que le sucedió con un cuento de Simenon que quería releer, pero que no podía encontrar porque había olvidado el título. Lo buscó durante cincuenta años sin ningún resultado, pues la única pista que tenía era el recuerdo vago de la trama.
Sería el mismo Cortázar quien le ayudó a encontrar el cuento de Simenon y el nombre de la antología en la que aparece. Al leerlo, García Márquez descubrió que la historia no era como él había creido. "… el relato —dice Gabo— era el mismo, en efecto, pero no era igual a como lo recordaba. Primero porque no estaba contado desde el punto de vista del perseguido, como yo creía, sino desde el punto de vista de Maigret, el perseguidor, y esto alteraba el orden de la compasión. Segundo, porque la intriga policial no estaba resuelta con la simplicidad con que la recordaba, sino como las grandes páginas de la literatura: con un sacrificio de amor."
¿Qué tanto nos queda entonces de un libro al terminar su lectura? Patrick Süskind dedica un ensayo titulado Amnesia in litteris a contestar esta pregunta, y su respuesta es contundente: después de leer un libro no nos queda absolutamente nada. "Entonces me invade una terrible desesperación —dice Süskind—. La vieja enfermedad ha vuelto a atraparme: amnesia in litteris, la pérdida total de la memoria literaria […] ¿Para qué leer, para qué volver a leer ese libro si sé que dentro de muy poco tiempo no quedará siquiera la sombra de su recuerdo? ¿Para qué hacer algo si todo se deshace en la nada?"
En algunos casos los cambios que Gabo hacía a los relatos que leía iban más allá de la anécdota, y terminaban por convertirse en nuevas historias. Dos ejemplos: Un día de estos, una versión de Espuma y nada más de Hernando Téllez; y Memoria de mis putas tristes, un homenaje a La casa de las bellas durmientes de Kawabata. En el primero García Márquez logró un cuento maestro,en el segundo no contó con tanta fortuna. Pero, al margen de esto, lo interesante es pensar que tal vez en la escritura de estas dos obras de García Márquez haya operado el mismo mecanismo de olvido que transformó los cuentos de Cortázar y Simenon. En ambos casos, una falla de la memoria pudo ir más allá de un error, y convertirse en un hecho literario en sí mismo, que en el caso del cuento de Cortázar no había terminado aún.