Un estudio que evaluó a 1135 personas en riesgo de diabetes mostró que el 16,8% de los hombres y el 13% de las mujeres eran físicamente activos en Bogotá frente al 8,4% (hombres) y 1,6% (mujeres) de Barranquilla. Un hallazgo que obliga a pensar en nuevas estrategias para promover el ejercicio.
Responsive Image
Hace 28 siglos, en el valle del río Indo, un viejo médico conocido como Susruta ya había descrito uno de los mejores tratamientos que existen en la medicina: hacer ejercicio. La diferencia más importante entre esa receta médica repetida como una cantaleta a lo largo de la historia, desde las culturas antiguas hasta hoy, es que cada vez tenemos más claro que el asunto no depende tan solo de la voluntad individual.

Entender los factores asociados a la baja actividad física en diferentes poblaciones es justamente uno de los temas de investigación que atrajo la atención de Tania Acosta, médica con doctorado en epidemiología del departamento de Salud Pública de Uninorte, y en el que se involucraron colegas del Grupo de Investigación Proyecto Uni-Barranquilla* junto a colaboradores de Finlandia, Estados Unidos y España. Su esfuerzo se concentró en explorar ese problema en una población sobre la que existe poca información: las personas que están en alto riesgo de desarrollar diabetes tipo 2.
El primer paso de la investigación consistió en identificar a 1135 personas, de Bogotá y Barranquilla, que presentaban alto riesgo de desarrollar diabetes tipo 2. Lo hicieron siguiendo la escala finlandesa (FIDRISC) adaptada para Colombia. Posteriormente aplicaron una encuesta para estudiar el nivel de actividad física. En una última fase, el proyecto involucró a los voluntarios en un programa de intervención educativa sobre prácticas de alimentación y de la actividad física. Algunos de los resultados iniciales ya se publicaron en la revista Frontiers in Public Health y en Health and Quality of Life Outcomes.

“Esta línea de investigación hace parte de un proyecto transnacional bautizado Predicol”, explica la profesora Karen Cecilia Flores Lozano del departamento de Matemáticas y Estadística de Uninorte y coautora de ambas publicaciones. Investigadores de nueve países trabajan de forma coordinada para entender con más precisión qué tipos de intervenciones educativas pueden ayudar a reducir las enfermedades crónicas no transmisibles como la diabetes tipo 2.

Diabetes y ejercicio

Se estima que en todo el mundo 463 millones de adultos padecen diabetes y 374 millones tienen prediabetes. En Colombia, la prevalencia de diabetes en la población adulta es del 8,4% y se calcula que más de un millón tiene diabetes no diagnosticada. Una de las estrategias probadas para evitar que más personas entren a engrosar esta preocupante estadística es precisamente el ejercicio.

Para los profesionales de salud está más que claro que la incidencia de diabetes tipo 2 es inversamente proporcional a la participación en actividad física. Los datos son claros al respecto. Un análisis, liderado por Darren Warburton de la Universidad British Columbia, en Canadá, que incluyó 20 estudios sobre el tema, estableció que el riesgo de la enfermedad se reducía en un 42 % al comparar a las personas más activas con las menos activas. Estos mismos trabajos mostraron que el ejercicio es un tratamiento casi milagroso, si se piensa que en el 84 % se pudo demostrar que incluso pequeños cambios en el nivel de actividad física conducían a grandes reducciones en la incidencia de la enfermedad. En otro famoso estudio, a cargo de Frank B Hu de la Universidad de Harvard, hubo una reducción del 34 % en la incidencia de diabetes por cada hora diaria de caminata rápida.
A pesar de los efectos comprobados del ejercicio para evitar o retrasar la aparición de diabetes, las altas tasas de sedentarismo en nuestras sociedades son un factor en contra. A nivel mundial, la prevalencia de baja actividad física varía del 16,3 % en Oceanía al 39,1 % en América Latina, como lo apuntaron las dos investigadoras de Uninorte y sus colegas. La Organización Panamericana de la Salud estimó que las tres cuartas partes de la población adulta es sedentaria. En Colombia esta tasa varía entre 24 y 79 %.
En la literatura médica se han identificado varios factores asociados a la inactividad física: el nivel socioeconómico bajo, falta de tiempo y de recursos, ser mujer (en Latinoamérica), períodos prolongados de ver televisión, reducido número de pasatiempos, no pasar suficiente tiempo al aire libre, el sobrepeso y la obesidad. También se asocia a bajo niveles de ejercicio el tipo de entorno como el barrio, la disponibilidad de espacio, la planificación ambiental, la seguridad percibida y la seguridad vial.
Responsive Image

Rafael Tuesca, Luis Anillo, Jorge Acosta, Tania Acosta, Jaakko Tuomilehto, Noel Barengo, Karen Flores, Rafael Gabriel.

Responsive Image

Barreras para
el ejercicio

¿Qué reveló el trabajo de Tania Acosta, Karen Flores, Rafael Tuesca y sus colegas sobre las razones por las que el ejercicio, la estrategia de prevención más barata y efectiva para evitar tener diabetes, no llega a la mayoría de personas en riesgo?

Una primera y preocupante señal que evidenció su trabajo es que tan sólo el 16,8 % de los hombres y el 13 % de las mujeres eran físicamente activos en Bogotá frente al 8,4 % (hombres) y 1,6 % (mujeres) de Barranquilla.

¿A qué se debe esta diferencia? “Las causas pueden ser múltiples, incluyendo diferentes instalaciones e incentivos locales”, explican las autoras. Bogotá, por ejemplo, “ha estado implementando una intensa política de construcción de grandes parques recreativos y juegos infantiles, así como una extensa red de ciclovías urbanas”. El desarrollo urbano en Barranquilla ha tenido mucho menos en cuenta este tipo de inversiones.

Por esta razón las investigadoras proponen a los gobernantes pensar en incentivar el uso de medios de desplazamiento no motorizados como la bicicleta, crear más espacios para peatones, fomentar los deportes y la actividad física en espacios abiertos, así como financiar transformaciones en barrios y el centro de la ciudad.

Pero la solución no puede reducirse a esa
variable. Es indispensable considerar otros factores tales como: condiciones climáticas de la ciudad, diseño de andenes y calles, distancias para realizar compras, ir a citas médicas o el trabajo, seguridad en parques y áreas para realizar actividad física, entre otras.

El estudio también evidenció que los niveles de actividad física fueron mayores tanto en hombres como en mujeres residentes en Bogotá que en Barranquilla. Mientras que el 16,8% de los hombres y el 13% de las mujeres eran físicamente activos en Bogotá, en Barranquilla esa cifra apenas llegaba a 8,4% en hombres y 1,6% en mujeres. Más de la mitad de los participantes tenían solo escuela primaria o ninguna educación.

Al comparar por edad, las investigadoras descubrieron que los hombres mayores de 55 años realizan más actividad física intensa en comparación con los grupos de edad más jóvenes. La edad entre 45 y 54 años se asoció con una mayor probabilidad de baja actividad física en comparación con las personas más jóvenes de 30 a 45 años. Entre las mujeres se detectó que aquellas con menor escolaridad tenían un mayor porcentaje practicando actividad física alta en comparación con las mujeres con mayor escolaridad.

“El hecho de que tres de cada cuatro participantes con mayor riesgo de desarrollar diabetes tuvieran bajos niveles
de actividad física es preocupante. Los estudios de población general han demostrado que la prevalencia de la inactividad física es mayor en los países de ingresos bajos y medios en comparación con los países de ingresos altos”, concluyen las investigadoras.

Aunque aún están por ser publicados oficialmente los resultados de las intervenciones de prevención de diabetes con esta misma población, la profesora Tania Acosta adelantó que “han sido favorables para retrasar la aparición de la diabetes tipo 2 entre las personas con alto riesgo”. Explicó que las sesiones pedagógicas que implementaron duraron una hora y media y se impartían cada tres semanas. Las actividades se desarrollaron en un espacio comunitario o en el centro de salud y en ellas se explicaba la forma de aprovechar los alimentos y cuáles son los más convenientes.

Rafael Tuesca, docente del departamento de Salud Pública de Uninorte y coautor de la investigación, opina que estos resultados también deberían motivar a los “los medios de comunicación locales y nacionales para pensar e impulsar acciones para promocionar la actividad física y lograr un efecto mayor en la población colombiana”.


*El Grupo de Investigación Proyecto Uni-Barranquilla está catalogado como Grupo A-1 por MinCiencias. PREDICOL es un proyecto financiado por MinCiencias.