La ruta de una idea a la innovación: así se gestan las patentes en Uninorte

La universidad ha consolidado un proceso institucional que acompaña a los investigadores desde la creación de una idea hasta su protección y transferencia.  Conoce quí cómo la investigación puede transformarse en soluciones con impacto real.

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Prototipo miniatura del tubo vortex, patente desarrollada con Promigas.

Por: José Luis Rodríguez R.

10 dic 2025

Detrás de cada patente hay horas de investigación, validaciones, prototipos, preguntas técnicas, decisiones estratégicas y, sobre todo, la intención de que un conocimiento creado en la universidad pueda servir más allá del laboratorio. En la Universidad del Norte este proceso se ha consolidado gracias a una estructura institucional que acompaña a los profesores desde el nacimiento de una idea hasta su eventual transferencia tecnológica. 

Y es por eso que la institución ha desarrollado diversas tecnologías que reflejan el potencial de sus grupos de investigación y su capacidad para responder a retos científicos e industriales. Entre ellas, el BlueLog, un dispositivo para monitoreo de cuerpos de agua creado por el profesor Óscar Álvarez; un implante intraocular de doble material desarrollado por Jorge Bris junto a la Clínica Carriazo; la Máquina de Pruebas de Propiedad Mecánica, diseñada por Andrés Guzmán y Víctor Cantillo, o el Sistema de Enfriamiento y Condensación de Gases (Vortex), inventado por Antonio Bula en alianza con Promigas. 

Patentar es un derecho exclusivo otorgado por el Estado que permite al titular impedir que terceros fabriquen, usen o comercialicen una invención sin autorización durante un periodo determinado —20 años para una patente de invención—. Este sistema protege la autoría, estimula la innovación y facilita que el conocimiento científico llegue a sectores productivos. 

¿Qué se necesita para ser patentable? Una idea debe ser nueva, tener un nivel inventivo que la haga no obvia para un experto y contar con aplicación industrial. En la práctica, esto implica que los investigadores deben evaluar si su propuesta resuelve un problema de manera única, si puede ser incorporada en una industria o proceso, y si no existe un desarrollo previo similar. Por ello, la vigilancia tecnológica y la revisión del estado del arte se convierten en pasos indispensables.

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“Obtener una patente es un indicador clave de innovación en la carrera investigativa, lo que puede traducirse en mejor evaluación en concursos de méritos, convocatorias de financiación y categorización en el Sistema Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación de Minciencias”, explica Javier Páez, vicerrector de Investigación de Uninorte.

En Uninorte, el proceso comienza con la Declaración de Invención, un formato técnico en el que el profesor describe su desarrollo, su madurez tecnológica (TRL), su posible uso y cualquier antecedente relevante. A partir de ese documento, la Vicerrectoría de Investigación, Creación e Innovación determina la estrategia de protección y gestiona la cesión de derechos, un requisito legal para que la universidad figure como titular de la patente. Luego se realiza una evaluación de viabilidad, donde se revisa que no existan divulgaciones previas y que la invención cumpla con los criterios de patentabilidad. Si supera esta etapa, el equipo define el tipo de protección adecuado: patente de invención, modelo de utilidad, secretos industriales o derechos de autor.

Posteriormente, la redacción de la patente —un proceso altamente especializado— se terceriza con una firma experta que trabaja directamente con los inventores para crear la memoria descriptiva, las reivindicaciones y los documentos técnicos necesarios. La solicitud se presenta ante la Superintendencia de Industria y Comercio, se pagan las tasas correspondientes y comienza un periodo de análisis jurídico y técnico en el que pueden surgir requerimientos. Tanto la universidad como la firma de abogados apoyan la respuesta a estas observaciones. Finalmente, una vez concedida, la tecnología puede avanzar en procesos de licenciamiento y transferencia.

BlueLog, por ejemplo, es un dispositivo diseñado por Óscar Álvarez, docente del Departamento de Física y geociencias, que mide el nivel del agua, oleaje, mareas, temperatura y variables de presión en ambientes marinos. Su diseño modular, comunicación inalámbrica y frecuencia de muestreo lo convierten en una herramienta valiosa para estudios oceanográficos y monitoreo ambiental.

“Desde hace más de 10 años, en una colaboración entre Uninorte y la Universidad Nacional de Colombia, hemos venido trabajando en el desarrollo de sensores e instrumentos para el monitoreo de cuerpos de agua. Como resultado de esta investigación, en 2018 obtuvimos la patente del instrumento. Para 2022 ya pudimos tener un sensor completamente desarrollado y funcional, que luego procedimos a probar en diferentes pruebas de laboratorio y campo. El Bluelog se convierte hoy en un equipo de desarrollo nacional para la instrumentalización oceanográfica de bajo costo y versátil”, explica el profesor investigador.  

En el campo de la salud ocular, la patente liderada por Jorge Bris, docente del Departamento de Ingeniería Mecánica, en conjunto con la Clínica Carriazo, describe un implante intraocular hecho con dos materiales diferentes, diseñado para fijarse de forma estable y permitir usos tanto médicos como estéticos. Sus aberturas y microperforaciones facilitan el paso del humor acuoso y su estructura cóncava se adapta a la anatomía del ojo. 

“Los materiales fueron desarrollados por una empresa holandesa bajo diseño nuestro, el implante fue fabricado por nosotros con equipos de tecnología alemana de alta precisión, y finalmente probado en la Clínica Carriazo”, expresa Bris. Esta creación surgió de un trabajo colaborativo de más de 5 años, y posteriormente un período de evaluación y revisión de la patente que tardó más de 3.

En ingeniería civil, la Máquina de Pruebas de Propiedad Mecánica, creada por los profesores investigadores Andrés Guzmán y Víctor Cantillo, permite evaluar tracción y compresión en cilindros huecos mediante presión controlada. Su diseño, compuesto por sensores, unidad de presión y mecanismos de soporte, facilita ensayos precisos en materiales como concreto, fundamentales para la construcción.

En el ámbito energético, el profesor Antonio Bula, en alianza con Promigas, desarrolló un sistema modular de enfriamiento y condensación de gases (Vortex), basado en tubos conectados en cascada que permiten reducir la temperatura del gas sin necesidad de compresores convencionales. Este diseño favorece procesos industriales más eficientes y de menor consumo energético.

“La iniciativa nació con la intención de aprovechar los gradientes de presión en las líneas de transporte de gas natural. Inició en 2014 con un proyecto de investigación en conjunto con Uninorte, denominado ‘Aplicaciones Industriales de Tubo Vortex’, con el que logramos tener una primera aproximación de cómo era el comportamiento del flujo de fluidos en estos dispositivos llamados tubos Vortex, que posteriormente serían una alternativa a implementar en procesos de enfriamiento de gases”, explica la coinventora de la patente, Luz Ahumada Castro, egresada de la Maestría en Ingeniería Mecánica de Uninorte.

Más allá de su diversidad, estas tecnologías permiten comprender por qué la protección intelectual es un componente estratégico para la universidad. Para los inventores, las patentes significan reconocimiento académico, oportunidades de vinculación con la industria, incentivos económicos y visibilidad internacional. Para Uninorte, representan una forma de valorar el conocimiento creado dentro de sus laboratorios, abrir puertas a financiación, consolidar alianzas y facilitar que sus desarrollos ingresen al sector productivo. Y para el país, estos ejemplos muestran cómo la investigación universitaria puede traducirse en soluciones prácticas que impactan áreas como la ingeniería, el ambiente, la salud y la energía.

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