Juan Carlos Dib, un médico que rompe paradigmas científicos

Durante 25 años, este profesor de Medicina ha contribuido a la comprensión de las enfermedades infecciosas tropicales con las que conviven de manera endémica los indígenas de la Sierra Nevada de Santa Marta.

JUAN CARLOS DIB DIAZ GRANADOS
Juan Carlos Dib Diaz Granados, profesor de Medicina de Uninorte desde 2018.

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13 may 2022

En la Sierra Nevada de Santa Marta las comunidades indígenas lo llaman “Doctor Chagas”. Apodo que se ganó Juan Carlos Dib, profesor de Medicina de Uninorte, por su trabajo médico y científico para hacer frente a una de las enfermedades más prevalentes en estas poblaciones aborígenes: el mal de Chagas. Ya lleva por lo menos 25 años involucrado de cerca con la realidad que se vive en la zona, al tiempo que desarrolla una carrera científica multidisciplinaria que ha contribuido a la compresión de las muchas enfermedades infecciosas tropicales que son endémicas en esta región.

El mal de Chagas fue de las primeras enfermedades que captó su atención como médico. Muy pronto se dio cuenta de que estas comunidades tenían una resistencia inherente a esta y otras enfermedades infecciosas, por lo que sus estudios se empezaron a centrar en las diferencias genéticas que han favorecido para que esto pase. Gracias a su labor científica y sus aportes hoy es reconocido por Minciencias como investigador senior; además es uno de los autores más citados de Uninorte en las bases de datos de Google Scholar y Scopus.


En 2018, el profesor Juan Carlos Dib se vinculó a la Universidad del Norte, donde dicta clases de inmunología, sistema sanguíneo, microbiología y genética evolutica de enfermedades infecciosas. Como investigador se ha centrado en la comprensión de los pueblos aborígenes de la Sierra Nevada, de hecho el artículo más citado del que hace parte es sobre la reconstrucción del origen de las poblaciones de América (Reconstructing Native American population history).

 

Dib es samario de nacimiento, aunque su acento paisa delata que se crio y formó en Medellín, adonde llegó por su padre, que ejercía la medicina allá. Estudió Medicina en la Universidad CES de Medellín y desde el inicio tuvo una inclinación hacia la investigación. El año rural lo realizó a orillas del río Atrato, en el municipio de Vigía Del Fuerte, como parte de un proyecto supervisado por la Organización Mundial de la Salud para el desarrollo de la primera vacuna contra la malaria, la SPf66. Por ese camino continuaría su formación profesional: entre 1993 y 1996 se especializó en un Research Fellow en Enfermedades Infecciones en la Universidad de Texas (Estados Unidos); entre 1996 y 1997 obtuvo el título de magíster en Salud Pública y Medicina Tropical, con especialidad en Medicina del Viajero en la Universidad de Tulane. Más tarde hizo un doctorado en Biología en la Universidad de Antioquia.

Mientras estudiaba en Estados Unidos se daba cuenta de que todos esos escenarios de las enfermedades infecciosas, los ciclos de transmisión y sus dinámicas, tenían que darse en la Sierra Nevada, un sitio que conocía de cerca por su inclinación personal de caminante ecológico. “Cuando regresé a Colombia quise explorar la situación en la Sierra Nevada. Al principio no había un reporte de que la enfermedad de Chagas existiera en el mapa, pero hoy sabemos que es la mayor densidad de América Latina. Hoy tenemos una base de datos de 1300 pacientes, que son unos pocos de todos los que debe haber”, señala Dib.

Su trabajo comenzó en 1997 con programas de atención que buscaban capacitar en enfermedades transmitidas por vectores y construir un plan de vigilancia con participación comunitaria. En este proceso se encontró con realidades que desconocían, marcada por alta endemicidad de enfermedades, alto riesgo de contagio y una resistencia natural de la población, lo que llamó la atención de la academia científica mundial. A través de los años pasaron estudiantes de maestrías y doctorado de muchas universidades, que empezaron a generar conocimiento sobre lo que pasaba en la sierra, pero había pocas acciones que beneficiaran realmente a los indígenas.


Dado que los indígenas de la Sierra Nevada están en permante contacto con muchas cepas selváticas de diferentes virus obtienen inmunidad cruzada, por lo que cuando se presentan virus como el H1N1, el H2N3 o incluso el Sars-CoV2 parecieran no enfermarse. Sus estudios internacionales buscan determinar qué tipos de anticuerpos tienen estas cepas que podrían favorecer a neutralizar los antígenos de las cepas mutantes que se vuelven pandémicas.

 

“Había mucha ciencia y poca intervención. Le dimos un vuelco a la situación con la creación de una ONG para hacer control en la comunidad. No tiene sentido la ciencia si a la larga no se busca una transformación del problema que nos argumenta la pregunta científica. Si tengo un problema científico y estoy haciendo ciencia para resolverlo, al final tengo que aportar a la solución de ese problema, que no puede quedarse estancado en el mero conocimiento del investigador”, cuenta Dib.

La creación de la Fundación Salud para el Trópico (Tropical Health Foundation) le permitió al doctor Dib encontrar aliados internacionales que financiaran su causa científica. La oportunidad la encontró en el National Institutes of Health (NIH) de Estados Unidos, al que se vinculó como investigador y posteriormente fue invitado a hacer parte de uno de los cuatro centros de excelencia para la vigilancia de la influenza (CEIRR – Centers of Excellence for Influenza Research and Response) que tienen redes de trabajo en todo el mundo. La fundación de Dib es parte del St. Jude Children’s Research Hospital (SJCEIRR) como responsable de la investigación en Colombia, que se centra en los diferentes grupos étnicos presentes en la Sierra Nevada: Koguis, Arhuacos y Wiwa.

Los resultados de sus investigaciones han permitido que la financiación se renueve año tras año, gracias a lo que no solo ha podido retribuirles a las comunidades, sino que hay retribución a la ciencia. “Estamos buscando conocimiento sobre respuesta inmune, la posibilidad de desarrollar nuevas vacunas universales, entender por qué algunas personas se enferman y otras no frente a la infección por un virus”, explica. La labor médica y científica de Dib ha impacto en por lo menos 157 aldeas o pueblitos, en los que tienen registro de cerca de 64 000 indígenas.

Aquí es cuando podríamos preguntarnos ¿por qué es tan importante para la ciencia lo que les pasa a los indígenas de la sierra? El doctor Dib responde: “Desde el punto de vista de genética evolutiva tenemos una oportunidad única, porque estas comunidades aborígenes, con cierta ancestría exenta y aislamiento geográfico por siglos, tienen unas características muy particulares de su genética y su respuesta inmunológica, que incluso hace que respondan diferente. ¿Por qué no hubo la letalidad por el covid en estas comunidades? ¿Por qué no observamos el cáncer, la hipertensión, la diabetes, las hiperlipidemias? Hemos encontrado unas características genéticas e inmunológicas que nos ayudarán a que el resto de las poblaciones podamos aprender y entender mejores respuestas protectoras”.


Los proyectos de investigación han posibilitado tener permanentemente médicos y personal de apoyo cerca de las poblaciones indígenas; incluso algunos de ellos son formados a nivel universitario para apoyar en la atención. "Hay una permanencia en zona y no queremos volvernos unos vampiros recolectores de muestras, sino que estas sean simplemente algo adicional para tener un mejor conocimiento que retribuya en calidad de vida de ellos o en avances científicos", dice Dib.


Un médico que investiga

Desde niño, a Juan Carlos Dib siempre le llamó la atención la innovación, su deseo era cambiar las cosas; por eso no se extrañó cuando en las pruebas vocacionales que le hacían en el colegio las conclusiones le arrojaban el perfil de “inventor”. “Siempre quería hacer algo que no existía”, cuenta y asegura que no se imaginaba nada que no estuviera enfocado en las ciencias ciencia humanas y la salud.

Esa personalidad de innovar en lo que hace le ha llevado a romper paradigmas en su carrera profesional. Como profesor busca incentivar que sus estudiantes se interesen realmente por hacer investigación, más allá del perfil asistencialista, y que se cuestionen todo lo que aprenden. De este modo ha creado un semillero de estudiantes que lo acompañan en sus proyectos de investigación con los indígenas

“Tenemos un grupo con estudiantes de pregrado que identifico en clases con ese perfil. También se involucran de maestría, de doctorado y algunos internacionales de la Universidad de Yale, la Universidad Stanford de California, el Instituto Carlos Tercero en Madrid, que vienen a hacer pasantías conmigo allá en la Sierra Nevada. Todos se juntan con el semillero y una experiencia muy bonita”, cuenta Dib.


Para poder intervenir en poblaciones indígenas, los científicos han tenido que adaptarse a su cultura y tradición. Hasta el punto que en algunos de los proyectos, los mamos, sus líderes espirituales, deben ser contratados para hacer trabajos espirituales previos, solo así se gana la confianza para que las comunidades acepten participar.

 

Jesús Barrera, egresado de Medicina de Uninorte, trabajó durante un año con Dib en un proyecto llamado Jóvenes Investigadores e Innovadores de Medicina, en el que apoyó la labor en la Sierra Nevada de Santa Marta. Destaca de Dib su capacidad para poner a disposición de las personas lo más avanzado de la ciencia. “Es un científico que siempre está actualizándose, que siempre está buscando mejor información, que cada día se plantea preguntas y le busca respuesta a las mismas”, agrega. También resalta que es una persona generosa con su conocimiento, que comparte el éxito, inculca sencillez, responsabilidad y justicia en todo el ámbito profesional.

Esa personalidad le permitió ganarse el respeto de las comunidades indígenas, que lo han acogido y confían en lo que hace. También es cierto que él ha aprendido de la tradición y la cultura de ellos, que han sido por excelencia grandes innovadores en el aprovechamiento de los recursos con que disponen. Su lema es que la investigación debe ser una oportunidad de servir, de generar transformaciones en la gente y ese principio ha guiado su trabajo por más de dos décadas junto a estas poblaciones de las que aún tenemos mucho por aprenderles.

Por Jesús Anturi

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