Crecimiento desestructurado de ciudades, una consecuencia del cambio climático

David Castells, economista invitado a la Cátedra Europa, señaló que existe una relación entre las temperaturas superiores a 25 grados, que han subido a raíz del cambio climático, y un incremento en la urbanización de las ciudades aledañas.

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David Castells, economista y docente de la Universidad Autónoma de Barcelona, junto a la profesora del Departamento de Economía de Uninorte, Jana Schmutzler.

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27 oct 2020

Los pronósticos de las consecuencias del cambio climático, de seguir en el camino en el que vamos, son verdaderamente preocupantes: ciudades costeras invadidas por el agua ante la subida de los niveles del mar, el derretimiento de los glaciares, extinción masiva de especies y un etcétera de situaciones igual de alarmantes. 

Una de las relaciones que poco se piensan que están vinculadas con el cambio climático son los altos niveles de urbanización y el desplazamiento masivo de personas del ámbito rural a las ciudades. David Castells, economista y docente de la Universidad Autónoma de Barcelona, estuvo invitado para dictar una charla en el marco de Cátedra Europa sobre un estudio que realizó en el que halló evidencia de cómo el calentamiento global está acelerando este proceso de crecimiento desestructurado de las ciudades. El espacio estuvo moderado por la docente del departamento de Economía de Uninorte, Jana Schmutzler. 

El estudio analizó desde 1950 hasta 2015. Durante este tiempo se ha visto un aumento promedio a nivel mundial de un grado de temperatura. Una de las variables que son fundamentales para llegar a datos confiables es tener en cuenta la situación climática inicial, ya que el deterioro en algunos casos será más extremo que en otros en términos de temperatura y precipitaciones. En el caso de los países localizados en zonas tropicales, como Colombia, las precipitaciones se han vuelto más erráticas. 

“El estrés climático tiene un impacto sobre el modo de vida y sobre todo en las zonas rurales se traduce a un impacto económico y es lo que genera que haya un incentivo para migrar a la ciudad”, explicó Castells. Frente a recursos menguantes en el campo, no queda otra opción que desplazarse. 

Para hablar de sitios productivos en términos agrícolas se requieren temperaturas entre los 13 y 20 grados. A partir de los 20 grados comienzan problemas de precipitación o escasez de agua, patrones extremos. “Cuando las temperaturas empiezan a superar los 25 grados es que realmente hay un estrés climático que se ve reflejado en un incremento en la urbanización”, anotó. 

Esto es problemático, pues en muchos países la temperatura anual promedio supera los 25° C. Ya se han estudiado casos en África subsahariana y América Latina, en donde se ve reflejado en un incremento en la urbanización. El estudio de Castells reveló que este efecto se ve de manera pronunciada en las ciudades pequeñas y medianas —de menos de un millón de habitantes— ya que cuando la gente se ve forzada a migrar, en la mayoría de casos lo hacen al destino más cercano. 

Ese crecimiento acelerado como consecuencia del cambio climático se traduce en ciudades fragmentadas, o menos compactas, pero con mayor densidad poblacional, que crecen de manera orgánica y con poca planificación. Esto significa también que en muchos casos estos lugares periféricos son asentamientos precarios, una realidad cada vez más recurrente en nuestro mundo, donde una de cada siete personas vive sin acceso a servicios básicos en su casa, señaló Castells. 

Por Leonardo Carvajalino

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