La otra biodiversidad colombiana por descubrir

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Reconstrucción de la fauna de la formación Castilletes, en La Guajira, durante el mioceno medio, aproximadamente 16 millones de años atrás. (Ilustración de Stjepan Lukac)

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14 sep 2018

Desde hace unos años los científicos colombianos han intensificado las exploraciones al territorio nacional en busca de identificar a profundidad la biodiversidad que tenemos. El fin del conflicto armado, sin duda, ha sido un detonante para llegar a zonas donde antes era impensable acercarse por la inseguridad. Los resultados de estas exploraciones hablan de cientos de especies nuevas descubiertas y un potencial alto de encontrar muchas otras, lo cual sigue consolidando a Colombia como uno de los lugares más biodiversos del mundo.

Pero hay otra biodiversidad que apenas empezamos a conocer: la que habitó este territorio en el pasado, millones de años atrás, antes de que un ser humano pisara estas tierras y las bautizara con un nombre. Los paleontólogos saben que Colombia ocupa un papel importante para entender el intercambio de especies entre el norte y sur de América cuando ambos continentes se conectaron a través del istmo de Panamá. La tarea aquí es mucho más titánica.

El pasado mes de julio, la revista Smithsonian Contributions to Paleobiology publicó los resultados de un proyecto de investigación liderado por científicos colombianos que describe restos de ungulados (antiguos mamíferos con pezuñas) nativos de América del sur. El trabajo, titulado The Neogene Record of Northern South American Native Ungulates, es resultado de una colaboración interdisciplinaria de científicos nacionales y extranjeros que analizó fósiles encontrados en la Guajira, entre el 2011 y 2014, y cuyas edades geológicas están entre los 16 y 3 millones de años.

Este tipo de hallazgos acerca a los paleontólogos con el entendimiento de cómo ocurrió el intercambio biótico entre el norte y el sur de América. En este sentido, la costa norte de Colombia es de gran relevancia. De acuerdo con Juan David Carrillo, investigador líder de la publicación, actualmente en la Universidad de Gotemburgo, de Suecia, la mayoría de las faunas fósiles de Suramérica se encuentran en localidades que están a miles de kilómetros del istmo de Panamá y los datos sobre el intercambio biótico en el continente provienen de lugares como La Pampa, Argentina.

“¿Podemos extrapolar lo que sabemos de las faunas de latitudes altas a todo el continente? Realmente no sabemos mucho sobre cómo fue el intercambio biótico en el trópico. Las faunas de la cuenca de Cocinetas, en la Guajira, están muy cerca del istmo, y documentan cómo era la fauna de mamíferos en el trópico de Suramérica, antes y durante la llegada de animales de Norteamérica durante el intercambio biótico”, agrega Carrillo.

Durante la mayor parte de la era cenozoica, que está catalogada desde hace 66 millones de años, el sur de América estaba aislada y fue hogar de una fauna endémica. En ese periodo los ungulados nativos sudamericanos (SANU) exhibieron una gran diversidad taxonómica, morfológica y ecológica y se distribuyeron ampliamente en el continente. La unión del continente por medio de istmo de Panamá (que ocurrió entre 15 y 3 millones de años) facilitó las migraciones de especies de uno y otro lado.

La tarea de los científicos es identificar las asociaciones entre las faunas fósiles en el norte y sur de América . Así que la rigurosidad está en comparar un fósil hallado en Colombia con los otros de los que se tienen registro en otras partes del continente. Aldo Rincón, profesor de Geología de Uninorte y uno de los investigadores del proyecto, dice que en el proceso hay muchas barreras que se pueden tener al identificar una especie.

Rincón, quien se especializa en animales con pezuñas, explica que los fósiles encontrados en La Guajira se debieron comparar con los registros de Argentina (La Pampa) y Venezuela (Falcón) para encontrar diferencias y similitudes. Dentro de los hallazgos más importantes de este trabajo, Rincón destaca el descubrimiento de un camello, que no son originales del sur de América. 

Dentro del grupo de registros fósiles encontrados por los investigadores, se hallan faunas de diferentes edades. Por un lado, una parte tiene edad de entre 16 a 14 millones de años, representada por grupos de mamíferos nativos del continente suramericano (entonces no estaba el istmo). Por otro lado, hay registros de hace 3,2 millones de años, que incluye mamíferos que llegaron desde Norteamérica, entre estos el diente del camello, especie que hoy está representada en Suramérica por las llamas, alpacas, vicuñas y guanacos, cuyos ancestros llegaron como parte del intercambio biótico.

“El registro de la Guajira es uno de los más antiguos de este grupo en el continente. Lo interesante de esta fauna es que había pocos mamíferos que llegaron desde Norteamérica, la mayoría de las especies pertenecen a grupos nativos al continente suramericano. Esto a pesar de que estamos muy cerca del istmo de Panamá”, explica Carrillo.

Los investigadores señalan que a pesar de que hace 3 millones de años el istmo servía para conectar ambos continentes, son muy pocos los mamíferos que se han registrado en La Guajira que hayan llegado desde Norteamérica. Mientras que en La Pampa hay evidencia de mayor presencia de mamíferos de origen norteamericano. Una de las razones puede ser las diferentes condiciones ambientales entre el trópico y la parte austral de Suramérica.

Los trabajos realizados hasta el momento por los investigadores han descrito diferentes tipos de vertebrados como tiburones, rayas, peces, tortugas, cocodrilos y mamíferos como chigüiros, perezosos gigantes y diferentes tipos de ungulados nativos. Para la fauna más reciente (3 millones de años) se tienen registro de animales de origen norteamericano como el camello y un prociónido (el grupo que incluye a los coatis).

¿Por qué es importante conocer qué pasó con las especies del pasado?

Las investigaciones paleontológicas demuestran que La Guajira hasta hace 1,8 millones de años era una zona completamente distinta al desierto por el que la asociamos actualmente. Había cuerpos de agua dulce, mayor precipitación y cobertura vegetal, lo que permitía que habitaran diferentes tipos de peces, tortugas, cocodrilos y grandes mamíferos herbívoros. Todavía no se sabe por qué ocurrió este cambio ambiental, que geológicamente es muy reciente, y de saberlo se podrían conocer pistas de qué tan expuestos está la región de sufrir un cambio tan drástico en el futuro.


Así lucía La Guajira (Formación Ware) hace aproximadamente 3 millones de años. (Ilustración de Stjepan Lukac)


“Para entender este cambio ambiental necesitamos estudiar las faunas fósiles en diferentes lugares de Colombia y el trópico. Adicionalmente, el estudio de otras faunas fósiles nos va a permitir entender mejor cómo fue la dinámica de las migraciones durante el intercambio biótico entre el Norte y Suramérica, y por qué vemos esas diferencias entre el trópico y las zonas temperadas.”, dice Carrillo.

Los estudios continúan

Si bien el trabajo de campo del paleontólogo consiste en explorar los territorios y seguir los estratos de rocas sedimentarias donde se encuentran los fósiles, la tarea en el laboratorio es más exhaustiva y cuidadosa; puede tardar años. Para los fósiles de La Guajira, la preparación de estos se realizó en el Museo Geológico José Royo y Gómez del Servicio Geológico y en el Centro de Investigaciones Paleontológicas de Villa de Leyva. Luego los fósiles entran a formar parte de una colección científica para su estudio. Una parte de estos fósiles se conservan en el museo Mapuka de la Universidad del Norte

Aunque el estudio de la fauna y flora fósil del Caribe aún sigue en desarrollo, esta publicación es resultado de un proyecto de investigación liderado por Carlos Jaramillo, quien además de ser geólogo investigador del Smithsonian Tropical Research Institute en Panamá y coautor de la publicación, es también profesor honorario de la Universidad del Norte.

Este proyecto de investigación fue financiado por el Smithsonian Tropical Research Institute (Panamá), la Universidad de Zúrich (Suiza), la Universidad del Norte, Swiss National Science Foundation, National Geographic Society, Anders Foundation, Fondo 1923, Fondo Gregory D. and Jennifer Walston Johnson y National Science Foundation.

Por Jesús Anturi

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