Los retos de la educación en tiempos de COVID-19

Docentes del Instituto de Estudios en Educación analizan el impacto de la contingencia por el COVID-19 en el sistema educativo colombiano, y los desafíos a superar en la consecución de nuevos modelos pedagógicos.

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14 abr 2020

La suspensión de las clases tanto en universidades como en colegios fue una de las primeras medidas implementadas en los países donde la pandemia del coronavirus llegó. Si bien niños y jóvenes no suelen presentar mayores complicaciones como portadores, según la literatura global, sí son potenciales transmisores del virus. En Colombia, la Universidad del Norte fue una de las instituciones pioneras en la toma de esta medida, la cual hace parte de las decisiones que deben propender la generación de nuevos modelos pedagógicos ante la nueva dinámica social de la contingencia.

Analizar el impacto de la crisis en el sistema educativo colombiano es evidenciar sus deficiencias y los retos para volcar su quehacer hacia la virtualidad. Un estudio de la Universidad Javeriana afirma que el 96 % de los municipios del país no pueden implementar clases virtuales por falta de recursos tecnológicos. De acuerdo con cifras del Mintic, cerca de 20 millones de colombianos no cuentan con banda ancha. Para el profesor Jorge Valencia, coordinador del Observatorio de Educación del Caribe Colombiano (OECC) de Uninorte, un aprovechamiento efectivo de las tecnologías en los procesos de enseñanza y aprendizaje requiere tres cosas: disponibilidad de las herramientas y los equipos, un uso competente de estos por parte de sus usuarios y que los mismos tengan una actitud positiva hacia el cambio o la transformación.

“En mayor o menor medida, para cada uno de estos elementos el sistema educativo colombiano, desde preescolar hasta la educación superior, tiene grandes déficits, aun cuando este es un tema que se venía discutiendo desde principios de los años 90”, puntualiza el docente.

En la región Caribe, al menos, el 70 % de los niños y jóvenes en edad escolar, de los estratos 1 de las ciudades grandes e intermedias, no cuentan con un computador o acceso a internet. En los municipios más pequeños o en las zonas rurales ese porcentaje puede llegar a oscilar entre un 80 y 86 %.

“Uno de los grandes retos ahora es no desescolarizar a los niños ante la extensión del aislamiento preventivo. En el momento que se tenga que regresar clases y no se pueda porque no hay una infraestructura, esos niños prácticamente quedan desescolarizados, partiendo de que el margen de maniobra para recortar el calendario escolar es muy corto”, argumenta Valencia.

Para José Alfredo Aparicio, decano del Instituto de Estudios de Educación, la educación básica en contexto rural es el nivel y contexto educativo más afectado por la contingencia, porque “sabemos que hay muchas zonas del país enormemente pobres que no tienen suficientes recursos del Estado que les permitan conectividad”. Juan David Parra, docente del departamento de Educación,  agrega que en un momento de crisis como este se evidencia el centralismo que hay en Colombia, particularmente en el sector educativo, lo cual no permite generar capacidades reales de respuesta ante los problemas.

“Si los colegios privados de más alto nivel están enfrentándose a un reto, en cuanto a plataformas y la formación de los educadores, imaginen lo que pasa en los nichos de menos recursos (…) Al final, todos los seres humanos aprendemos a través de la práctica. Teníamos una cierta resistencia a dar un salto de aprendizaje hacia la enseñanza a distancia o en línea, pero esta circunstancia aceleró el proceso de aprendizaje, que debía darse con el transcurrir de los años”, expresa el decano.

Preparación y cambio

Ante la contingencia, la experiencia de quienes con antelación han desarrollado modelos no presenciales de educación ha sido la vencedora. Tal es el caso del Instituto de Estudios en Educación (IESE), el cual tiene dos maestrías completamente virtuales que no pararon en medio de la crisis y su grupo de investigación en informática educativa, que ha trabajado con expertos el tema de la educación a distancia.

“Todo cambio o crisis al final supone nuevos aprendizajes. En ese sentido, es una oportunidad valiosa para poder orientar y guiar. En vez de hacerlo una experiencia negativa, es lograr convertir la crisis en una construcción personal. Todo eso tiene mucho que ver con recibir de otros las ayudas que necesitamos para hacer las cosas de la mejor manera. Es un tiempo para trabajar en comunidad”, enfatiza Aparicio.

Todavía es pronto calcular el impacto que tendrá el manejo de la pandemia sobre el aprendizaje de los estudiantes en el país, o cómo afectará el normal desarrollo en todos los niveles educativos y la trayectoria educativa de los estudiantes. Por ejemplo, hoy se discute qué hacer, si no se pueden presentar las pruebas Saber 11 y cómo flexibilizar el ingreso a las universidades. El Gobierno aplazó el proceso de inscripción para las pruebas de calendario A, que estaba previsto iniciar el 20 de abril, y la nueva fecha de apertura de inscripciones se dará a conocer, “una vez se supere la emergencia económica, social y ecológica decretada por el Gobierno”.

No obstante, no todos los efectos serían negativos. La coyuntura también se ha constituido en una excelente oportunidad para repensar todas las estrategias de enseñanza que predominan en el país y el mundo.

“Cuando uno mira la literatura mundial, lo que tiene que ver con educación básica y media, hay una especia de agotamiento pedagógico, es decir, se están teniendo dificultades generales para que los estudiantes aprendan cosas en las educación básica y media. En cuanto a virtualización, las universidades tienen que hacer la reflexión de cómo enfrentar esto financieramente”, señala el profesor Parra.

De acuerdo con Jorge Valencia, la crisis nos ha llevado a una nueva dinámica social, donde los docentes y las familias han terminado por repensar lo que están haciendo para aportarle al sector educativo. Se están generando nuevas experiencias de aprendizaje y pensando nuevas maneras para involucrar a los padres en los procesos de formación de los niños y jóvenes. Más allá del uso de la tecnología, esta transformación, que representa un gran reto, puede superar la innovación educativa y convertirse en una gran innovación social.

 

Por José Luis Rodríguez R.

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