Vertical-i nació para fortalecer la innovación empresarial, pero terminó operando en un ecosistema donde las PiMes innovaban únicamente cuando recibían subsidios. Aunque rentable, este mercado debilitaba la identidad organizacional y generaba una dependencia que comprometía el futuro de la empresa. 

El verdadero riesgo no era financiero, sino estratégico: un mercado que ofrecía ingresos estables a costa de desalinear el propósito y fomentar una cultura interna basada en la comodidad. Permanecer ahí significaba renunciar a la relevancia futura. 

Vertical-i revela que la estabilidad puede ocultar riesgos profundos. La dependencia del sector público inhibió la innovación y generó una cultura de conformidad. El mayor obstáculo no fue el mercado, sino la falta de alineación interna. La transformación no empezó con tecnología, sino con claridad estratégica: aceptar que el modelo existente ya no podía sostener el futuro deseado.