Cambio climático: el partido mundial que jugamos con Messi

El más reciente informe del IPPC evidencia que el cambio climático se está intensificando en el mundo, provocando cambios continuos en la humedad, los vientos y los océanos. La profesora Maritza Duque, coordinadora de Ecocampus,  analiza el informe, partiendo del impacto mediático.

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14 sep 2021

El 8 de agosto ocurrió un hecho histórico: Messi se despidió del Barcelona y la sociedad manifestó su sorpresa y descontento. Desde un “drama”, como lo calificaron los medios argentinos, hasta la Torre de Televisión de Tianjin en China, el mundo dirigió toda su atención al argentino, quien respondía “la verdad es que no sé qué decir” frente a los medios.

Un día después de esa “dramática” noticia, apareció otro anuncio. No en primera plana, era una tímida nota y solamente en algunos periódicos. Se trataba del 6º Informe del IPCC (Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático) que evidencia que muchos de los cambios observados en el clima no tienen precedentes en cientos de miles de años y algunos de los impactos generados no podrán revertirse hasta dentro de varios milenios.

Las dos son noticias importantes, pero la primera no condiciona la permanencia de los humanos en la Tierra. En cambio, la segunda sí condiciona que Messi pueda seguir jugando.

Desde 1896, se reconocía que la emisión humana de carbono llevaría a un calentamiento en miles de años. Un siglo después se manifestaba que ya estaba sucediendo. En 2013 se presentaba la evidencia científica que mostraba al cambio climático como un límite planetario. A partir de las exploraciones sobre las recientes condiciones paleoclimáticas, se realizó una reconstrucción de la temperatura durante los últimos 2000 años, que mostraban variaciones de +/-1°. En los ultimos 150 años, se presenta un impresionante aumento de la temperatura que, con proyecciones a final de este siglo, sigue una trayectoria de 4° o más. No es desestimable que un grupo de científicos usen el término Antropoceno para proponer una nueva época geológica, debido al significativo impacto que las actividades humanas han tenido sobre los ecosistemas.

Otra evidencia del cambio climático es el aumento del nivel del mar a una velocidad más rápida que las proyecciones calculadas. Estamos viendo cada vez más análisis que demuestran que estamos siguiendo un camino hacia estados socioecológicos no deseados.

El informe del IPPC muestra que el cambio climático es generalizado, rápido y se está intensificando. Sin embargo, no es cuestión únicamente de la temperatura. Hay cambios en la humedad, los vientos, las zonas costeras y los oceános que generan alteraciones en el ciclo hidrológico, el aumento del nivel del mar, la acidificación de los oceanos y un largo etc.

El panorama parece desolador cuando el Informe advierte que el incremento de la temperatura seguirá hasta 2050, momento en el que todo puede volverse complicado porque no se lograrán niveles de calentamiento que no superen los 2°, a menos que se produzca una reducción profunda de las emisiones de CO2. De no ser así, sucedería algo que en la historia del planeta Tierra es único, pues la última vez que se llegó a un nivel de calentamiento por encima de los 2.5° fue hace 3 millones de años, cuando no existíamos aún.

Para algunos, su mantra es la frase de Bertol Brecht: “malos tiempos para la lírica”.  Para mí, corren los mejores tiempos para la creatividad y la cooperación. La covid-19 nos mostró que las reducciones del consumo y el uso del transporte no son suficientes. Se requiere, más que un cambio, una metamorfosis. Se debe dejar de pensar en la crisis climática como un problema independiente para que empiece a hacer parte de la toma de decisiones. Las políticas para aliviar la crisis climática o cualquier otro límite planetario no deben centrarse en el alivio de los síntomas. Es necesario abordar su raíz: los cambios en los usos del suelo. Por ejemplo, detener la destrucción de ecosistemas marinos y terrestres puede reducir los riesgos de transmisión de enfermedades zoonóticas, mantener los servicios de abastecimiento y proteger las reservas de carbono. Mientras continúe la presión humana, aliviar los síntomas solo llevará a seguir redistribuyendo los problemas.

Hoy más que nunca Barranquilla (y la Rosario, Barcelona y Paris de Messi) debe implementar estrategias con un sentido compartido de urgencia que incluya la reducción del consumo y la implementación de energías alternativas. Debe conservar y aumentar los sumideros naturales de carbono y esto se hace con el incremento de áreas verdes, el mantenimiento de los bosques urbanos y la generación de redes y conexiones con los ecosistemas naturales cercanos. Como requisito previo para esta acción climática, el tema debe incluirse en los planes de estudios a todo nivel, lo que daría como resultado una mayor conciencia de la emergencia y al mismo tiempo empoderaría al estudiantado.

Actualmente América Latina, África y parte de Asia siguen sin tener una responsabilidad significativa frente al cambio climático. La contribución de Colombia es de menos de 0,5%. Sin embargo, en la COP21 de París, el país se comprometió a reducir en 20% sus emisiones a 2030, mientras que Estados Unidos, que aporta el 25% de las emisiones a nivel global, acaba adherirse al Acuerdo sin dar cifras aún. De todas maneras, los efectos del cambio climático son globales y más intensos en zonas de pobreza y de baja gobernanza. Si realmente hay un interés mundial sobre el tema, en la próxima COP26 en Glasgow, los países que más generan emisiones, los del Norte global, deberían comprometerse en reducir emisiones y en dar las patentes de muchos mecanismos para reproducir las energías alternativas.

Hay que trabajar, jugar futbol, vivir por nuestra permanencia en la Tierra. Implementar una acción climática de justicia social, dando prioridad al bienestar humano desde la conservación de la biodiversidad, en el que cada país se comprometa. Y así, en un futuro más sostenible, ver jugar futbol a los hijos de nuestros hijos y, por qué no, a los de Messi.

 

Por Maritza Duque

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