Entrevista - El “bullying“ no es broma ni un juego de niños

La docente Olga Lucía Hoyos, del Departamento de Psicología, doctora en Psicología, conversa con Grupo Prensa sobre las principales inquietudes en torno a este flagelo que preocupa a millones de menores y padres en el mundo.

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17 feb 2022

De acuerdo con el Primer Estudio Mundial desarrollado entre enero de 2020 y diciembre de 2021 por la ONG Internacional Bullying Sin Fronteras, en colaboración con la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos) para América, Europa, África, Oceanía y Asia, los casos de acoso escolar o bullying en el mundo han aumentado de forma insólita con relación a las últimas mediciones disponibles (1990). 

Según la Unesco,  el aumento en el uso de los dispositivos digitales provocado por la pandemia ha hecho que mientras en 2020 se reducían las situaciones de acoso presencial, aumentaran las de ciberacoso. Hoy el caso de Drayke Hardman, un niño de 12 años víctima de bullying que decidió quitarse la vida en Utah, Estados Unidos, vuelve a poner el tema sobre la palestra pública y los medios de comunicación. Para analizar esta problemática, hablamos con la docente Olga Lucía Hoyos, del Departamento de Psicología de Uninorte, doctora en Psicología y magíster en Proyectos de Desarrollo Social, quien responde las principales inquietudes sobre este flagelo que preocupa a millones de menores y padres en el mundo.

 

¿Qué es el acoso escolar?

Llevamos más de 20 años en Colombia hablando de este tema y aún nos cuesta entender y aceptar su importancia. Lo primero que diré es que el acoso escolar o bullying es un problema de salud mental. Cada año se  pierden muchas vidas, no sólo en el ámbito internacional, sino también en Colombia debido al Bullying, el cual ha sido definido de distintas formas, pero en concreto se refiere a un tipo de relación perversa (no es sana, no es normal) en la que uno o varios sujetos agreden a otro con intención de hacerle daño, de manera reiterada en el tiempo, creando una situación de desbalance de poder. La agresión sostenida y la dificultad de la víctima para defenderse crean una situación de indefensión y miedo al posible encuentro con los agresores. No es broma ni un juego de niños.

 

¿Qué señales nos hacen sospechar de que existe acoso escolar?

Desafortunadamente no es fácil identificar los casos de acoso. La literatura nos muestra que el sólo hecho de ser profesores o profesionales de la psicología no nos habilita para ser expertos en este tipo de situaciones y es lo que conlleva a que en muchas ocasiones se dejen de identificar casos de bullying. 

De manera general, debemos prestar atención a la atmósfera moral del curso. Qué tanta tolerancia a la violencia hay entre los niños, pues ese podría ser un primer indicador de la posibilidad de que se presenten casos de bullying. Tener también presente que cualquiera puede estar involucrado en estas situaciones.

Si se trata de una posible víctima, debo estar atento a que aparezcan comportamientos de evitación para ir a la escuela, con excusas como “tengo dolor de cabeza, tengo dolor de estómago, me siento mal”. 

Observar si el niño quiere llegar de último para no compartir con los compañeros e ir directamente al salón de clase. A la salida del colegio, tal vez reclame a sus acudientes de llegar más temprano por él. En cuanto a cambios físicos, estar atentos a los golpes, daños en la ropa, la pérdida de materiales del colegio o daño a las pertenencias.

A nivel psicológico, estar atento a los cambios de comportamientos. Si deja de hacer cosas que le gustaban. No querer encontrarse con amigas y amigos. Su estado de ánimo cambia. Suele estar más triste, evasivo o irritable.

 

¿Cómo puede un padre de familia identificar que su hijo es un acosador en la escuela?

Si se trata de un agresor o agresora, lo primero que debemos hacer es darnos el permiso de escuchar lo que profesores u otros padres tengan que decirnos. Sólo así podremos ayudar a nuestro hijo, porque el agresor también necesita ayuda. No minimizar la situación (no es juego, no es broma, no son cosas de chicos). No hay un perfil definido para el agresor, pero con frecuencia se muestra poco empático ante el dolor de los demás. No asume responsabilidad por sus actos y trata de culpar a los demás de ellos. En general, le cuesta decir algo bueno sobre los demás y muestra tolerancia a la violencia.

 

¿Cuál es la mejor forma de abordar un caso de acoso escolar?

Lo primero, aunque suene de cajón, es sensibilizarse con el problema. Tenemos que creer que es serio y afecta el desarrollo del niño o niña. No se trata de un recetario porque cada colegio debe analizar su situación como comunidad educativa e identificar fortalezas y debilidades para poder concebir un plan de trabajo o de intervención.

El trabajo es con el grupo de escolares. Hay que trabajar la atmósfera escolar, respeto a la diferencia, reconocimiento, expresión y gestión de emociones. Trabajar sobre las creencias irracionales (es una broma, ser sapo, entre otras), fortalecer la empatía afectiva, no sólo la cognitiva. Hay que hacer prevención.

Los rectores deben entender la importancia de la salud mental y contar con el equipo de profesionales adecuado y suficiente para abordar estos temas. Se debe dar tiempo al abordaje de la salud mental como se le da a distintas áreas del conocimiento. No puede ser de "raticos". El colegio debe ser un apoyo en la educación emocional y salud mental. Los padres y madres cuidamos bien nuestra salud mental para poder acompañar a nuestros hijos en este proceso. En la familia modelamos la manera en la que nos relacionamos. Cuidemos el lenguaje de crítica permanente al otro. Seamos sensibles y compasivos con los otros. Los niños son diferentes, pero debemos normalizar la diferencia. Solo así la aceptaremos y dejaremos de hacer juicios sobre los otros. La familia modela y nuestros hijos aprenden de nosotros. Revisemos también nuestras creencias irracionales y prejuicios. 

 

¿Cuánto tiempo puede tomar el cambio o mejora de un ambiente escolar donde ha habido acoso?

Es una pregunta interesante. Una posible respuesta es que va a depender de cada alumno, de su historia. Habrá quienes olviden pronto lo que ocurrió a sus amigos, pero otros no lo olvidarán. Habrá quiénes se sientan culpables por lo ocurrido y aprenderán de la situación. Las vivencias serán tantas como alumnos involucrados.

Sabemos que cuando no se interviene, se manda un mensaje de que agredir está bien.  Se piensa que no hay sanciones para el que agrede y algunos lo intentarán. Lo que hemos encontrado es que se incrementa la falta de solidaridad y aparece mayor tolerancia a la violencia.

Por otro lado, la investigación nos está mostrando que el bullying existe en el contexto universitario. Los jóvenes que han sido víctimas o agresores en años escolares, parecen ser más vulnerables en la universidad y se tiende a repetir el círculo de violencia. Las víctimas reportan que la vivencia de bullying en los años escolares y ante la cual no hubo intervención,  afectó su autoestima, la capacidad para relacionarse y la confianza en los otros.

En este sentido, es  importante concientizarnos de que el bullying se da en el ámbito universitario. Se requiere un proceso de sensibilización para el profesorado. Hay que tener en cuenta que aunque los universitarios sean mayores de edad, en la mayoría de los casos aún requieren acompañamiento, más aún si tuvieron experiencias previas no reparadas. 

Las universidades deben revisar los reglamentos estudiantiles para dar lugar al enfoque que abogue por la sana convivencia y sea consecuente con las medidas a tomar. Asimismo, la formación docente debe incluir esta temática en la preparación de los profesores. 

 

Por José Luis Rodríguez

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