Identifican nueva especie de delfín que habitó el desierto de la Tatacoa

Los restos del delfín indican que pertenece a la misma familia de los que actualmente habitan el río Ganges, en India, y es otra evidencia que ayuda a resolver el enigma que es el Mioceno y los impactos del cambio climático que se vivieron durante este periodo.

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Aspecto del desierto de la Tatacoa. (Foto de Archivo)

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11 nov 2020

Tres huesos de un delfín en medio del Desierto de la Tatacoa. Esta frase es el punto de partida de una investigación de paleontología de la que hizo parte Jorge W. Moreno Bernal, estudiante del doctorado en Ciencias del Mar de Uninorte, para entender lo que ocurrió en nuestro continente millones de años atrás.

Cuando se habla de delfines de río en Suramérica, se piensa de inmediato en el delfín rosado Inia geoffrensis, especie que habita las cuencas de los ríos Orinoco y Amazonas. No obstante, el estudio de los restos no revela características típicas de este grupo, sino de la familia a la que pertenece el delfín del río Ganges (Platanista gangetica), el cual habita en la India. 

Puestos en el contexto de otros fósiles, estos hallazgos revelan que la historia de los delfines de río en Suramérica fue muy compleja, con al menos dos familias diferentes colonizando ambientes de agua dulce en diferentes momentos del tiempo geológico. Sin embargo, el mayor problema existente es que en ambientes de agua dulce (o agua continental) los restos de cetáceos son muy difíciles de hallar.

El delfín habría habitado esta región durante el tiempo conocido como el Mioceno (entre 23 y 5 millones de años atrás). El Mioceno es estudiado frecuentemente debido a que se trata del último periodo cálido de la historia de la Tierra y ayuda a comprender el efecto del cambio climático en los ecosistemas. Durante la primera parte del Mioceno, las temperaturas globales se incrementaron hasta llegar al Óptimo climático del Mioceno, hace 15 millones de años. Luego, descendieron paulatinamente, culminando en las glaciaciones de los últimos dos millones de años. 

Estos cambios también propiciaron la evolución de la biodiversidad en Sudamérica tropical. Durante la mayor parte del Mioceno, las tierras bajas al oriente de los Andes estaban interconectadas entre sí y la mayoría de los ríos desembocaban en un sistema de megahumedales, ubicado en la parte occidental de la cuenca amazónica. Este sistema, que se le conoce como Pebas, era similar a los Everglades de Florida, o a la depresión Momposina, pero mucho más extenso, y se conectaba hacia el norte con el Mar Caribe a través de un corredor de ciénagas que pasaba por donde hoy está el piedemonte llanero de la cordillera oriental.

Con el paso del tiempo, el levantamiento de cordilleras llevó a la separación de cuencas hidrográficas, la desaparición de los megahumedales del Sistema Pebas, y al establecimiento de ríos como el Magdalena, el Orinoco, o el Amazonas que caracterizan el paisaje moderno de Sudamérica tropical.

Conectando las piezas

La investigación, que se publicó recientemente en el Journal of Vertebrate Paleontology, surge a partir de tres fósiles, hallados en tres momentos diferentes, en el desierto de la Tatacoa, en Huila. El primero lo encontraron en los años 80, cuando un equipo de la Universidad de Duke recolectó un fósil de la quijada del delfín. Se almacenó en ese tiempo como un crocodiliano de rostro largo en el Museo Geológico en Bogotá. 

Moreno-Bernal, como becario del Instituto Smithsonian de Investigaciones Tropicales, hizo parte del equipo que a comienzos de noviembre de 2009 encontró la segunda pieza del rompecabezas; un fragmento del cráneo que también pensaron que era perteneciente a un cocodrilo. 

En 2018, Andrés Felipe Vanegas, director del Museo de Historia Natural La Tatacoa, encontró la tercera pieza que fue el punto de partida para la investigación, mientras buscaba fósiles en compañía de los vigías del Patrimonio de La Victoria, en un área conocida como “Piedras Gordas”. Junto con varios huesos y dientes pequeños de peces y otros animales acuáticos, Andrés encontró este pequeño fragmento, que resultaría ser un periótico (hueso que rodea el oído interno del delfín). 

Las rocas donde se encontraron estos fósiles se formaron a partir de sedimentos (lodos y arenas) depositados en sistemas de ríos caudalosos. Otros fósiles conocidos en el área (peces, cangrejos, tortugas, caimanes) indican que se trataba de un ambiente de agua dulce. 


Boceto de un delfín de la familia Platanista gangetica.


Vanegas incluyó la pieza como parte de la colección del Museo de Historia Natural La Tatacoa. No sabía exactamente a qué animal pertenecía hasta que una comunicación con Carlos Jaramillo, del Instituto Smithsonian de Investigaciones Tropicales y otro de los autores de la publicación científica, le envió un estudio en el que se describe un hallazgo similar. Al observar y comparar las fotografías con su hallazgo, se dio cuenta de que podía tratarse del hueso de un delfín. 

Al reconocer a estos fósiles como pertenecientes al grupo de los cetáceos (ballenas y delfines), Aldo Benites-Palomino, estudiante de doctorado en la Universidad de Zurich, y Gabriel Aguirre Fernandez, investigador postdoctoral en la misma institución, especialistas en este tipo de fósiles se unieron a la investigación.

Los autores del artículo científico manifestaron que aún quedan dudas con respecto al por qué de la extinción de estos delfines en América, por qué cambiaron su hábitat natural del agua salada a la dulce, entre otros aspectos. En las condiciones actuales, debido a la pandemia, hay poca posibilidad para realizar trabajo de campo. No obstante, en el caso de la paleontología y tal y como ocurrió en esta investigación, todavía queda mucho por conocer de las piezas que ya fueron recolectadas y que descansan en las colecciones de los museos del mundo. 

Por Leonardo Carvajalino

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