“La educación es una llave que abre puertas que alguna vez vimos como imposible“

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Alberto Martio Suárez, egresado del programa de Comunicación Social y Periodismo.

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17 ene 2018

Alberto Mario Suárez es egresado de Comunicación Social y Periodismo. Gracias al programa de becas pudo finalizar con éxito sus estudios. Hoy es periodista de El Tiempo, donde se desempeña como jefe de redacción web. En la ceremonia de becas del martes, 16 de enero, se dirigió a los becarios con estas palabras:

No recuerdo el día con precisión, pero sé que pasó en el segundo semestre del año 2004. Yo cursaba el tercer semestre de Comunicación Social y periodismo, con el sueño de convertirme algún día en un reportero, en un escritor. Pero sabía, justamente ese día, en un momento al final de ese semestre, que no podría seguir estudiando en la Universidad del Norte.

Hasta ese momento ya la universidad me había prestado un apoyo invaluable. En cada uno de los tres semestres anteriores mi papá, Modesto, mis hermanos, Carlitos y Patricia, y una tía muy querida, llamada Miryam, habían reunido un porcentaje de cada semestre. Y luego, en la universidad, financiaban el resto para pagarlo en los próximos seis meses.

Pero esos días eran un poco más complicados de lo habitual. Déjenme contarles: Mi familia vivía en el barrio San José, en el sur de Barranquilla. Mi papá era comerciante de unos muebles desarmables que vendía por los pueblos del Caribe, y también en municipios del bajo cauca antioqueño.

Junto a mi mamá, ama de casa, se esforzaban tanto como podían por darnos a mí y a mis dos hermanos todo lo que estuviera a su alcance para que cumpliéramos nuestros sueños, entre ellos, el acceso a la educación universitaria.

Y mi sueño, como les conté al principio, era ser periodista, y estudiar periodismo en la mejor universidad de la costa caribe colombiana: La universidad del norte.

Pero, volviendo al principio de esta historia, justo empezando esta aventura, cuando iba en tercer semestre, sabía que no podría seguir. El trabajo de papá no venía bien. Las ventas de sus muebles eran cada vez menos, ante la entrada de grandes cadenas de almacenes de artículos para el hogar a nuestras ciudades.

Yo sabía que sus esfuerzos por mantener a mi familia eran mayores, y no veía la manera en que yo pudiera continuar mis estudios universitarios. El día del año 2004 del que les hablo pase por la oficina de créditos y cobranzas, hoy Oficina de Financiamiento Estudiantil, que tanta ayuda me había dado hasta ese momento.

Aún no sé por qué lo hice. Pero sentía la necesidad de decirle, a quien me encontrara en la primera ventanilla que apareciera, que muchas gracias por tanto, pero definitivamente no podría seguir el siguiente semestre. No tenía ni idea, en ese momento, de que había un programa de becas en la universidad. Alguien en esa oficina me pidió calma, y me dio un formato para aplicar a una de las becas universitarias.

Era una beca sin nombre. Una beca para quien la necesitara. Yo no me consideraba el mejor estudiante, pero sí tenía un muy buen desempeño académico. En ese momento yo no lo veía, pero ahora, con el paso de los años, creo que el reto de la institución era simplemente no dejar ir a sus estudiantes. No dejarlos caer. Creían en los jóvenes que también creyeron en la universidad del norte como el lugar donde podían construirse a sí mismos.

Llené el formato sin mayores expectativas. Lo entregué. Me dijeron que irían a visitarnos a la casa. Mi Mamá me preguntó qué debía decir en la visita, y le contesté que la verdad. Unos días después una trabajadora social llegó a mi barrio a constatar lo cierto: que aquellos días no eran tan buenos en casa. Que nuestras necesidades eran mayores.

Luego, antes de que iniciara el nuevo proceso de matrículas, me notificaron de que me habían otorgado una beca por el 40 por ciento del valor del semestre por el resto de la carrera. Mi deuda por ese gesto con la Universidad del Norte, será eterna. Un semestre después, además, tomé un crédito del Icetex para cubrir otro 50 por ciento del semestre y la universidad continuó financiando el 10 por ciento restante del valor de la matrícula.

Luego, con pequeños trabajos como monitor en clases de periodismo, y repartidor de turnos en las oficinas del Icetex en las vacaciones, yo mismo pude pagar el excedente del valor de esos semestres. Estudié sin tropiezos. Solo concentrado en mis estudios, en construirme como un periodista. Recibí el título de Comunicador Social y periodista el 26 de septiembre del año 2009. En ese momento, tras haber realizado mis prácticas profesionales en EL TIEMPO, el periódico ya me había contratado como su corresponsal para el sur del país.

Y aquí vienen las buenas noticias de esta historia: Han pasado casi 9 años desde que recibí el título, y 14 desde que el día en que creí que no podría seguir estudiando aquí. Hoy sigo siendo periodista de EL TIEMPO y he informado, tan bien como he podido, de los grandes eventos que han estremecido al país desde toda Colombia.

He tenido el privilegio de servir a las comunidades de las que he hecho parte y a mi país desde la profesión que soñaba. 14 años después del día en que pensé que había tocado techo, sigo construyendo todos los días el sueño que empezó en los pasillos de esta universidad que no me dejó ir, que me acompañó siempre en las dificultades.

Por eso, este martes, quisiera decirles a los empresarios, emprendedores, egresados, amigos que están reunidos aquí que la inversión que hacen en estos jóvenes es mucho más que una donación a los programas de becas de esta universidad.

Cada vez que realizan un aporte ayudan a construir los sueños de chicos que podrían ser sus hijos, sus sobrinos, incluso ustedes mismos, muchos años antes de convertirse en quienes son el día de hoy. Y también que cada vez que ayudan a construir los sueños de estos jóvenes no solo están tendiendo la mano a ellos, también lo hacen a sus familias, a las comunidades a las que pertenecen. Sus aportes ayudan a levantar una sociedad cada vez más crítica, madura democráticamente y más próspera. Construyen el Caribe de nuestros sueños. 

A mi universidad, señor rector y miembros del consejo directivo, debo decirles que mi agradecimiento es infinito. Y que ojalá esta bella labor nunca se detenga. Siempre diré con orgullo que me formé como periodista en esta gran universidad, y defenderé la obra que han realizan día tras día desde donde me encuentre.

A ustedes, muchachos, les digo que nunca dejen de soñar. Aun en los momentos más difíciles, siempre hay una puerta que está por abrirse. Celebren esta bonita victoria hoy y recorran el camino con esfuerzo, con ambición, con disciplina, siempre esperanzados. El privilegio que tienen en sus manos es enorme.

La educación de calidad es como una llave que abre las puertas de lo que alguna vez vimos como imposible para nuestras vidas, para nuestras comunidades. Sepan, hoy, que las llaves que recibirán en esta universidad para sus vidas, son de oro.

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