“La mejor manera de prevenir el fraude es mejorando la enseñanza”

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James Lang, director del Centro de Excelencia Docente de la Universidad de Assumption College en Massachusetts, Estados Unidos.

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22 jul 2016

Para James Lang, director del Centro de Excelencia Docente de la Universidad de Assumption College (Massachusetts, Estados Unidos), la mejor manera de prevenir el fraude académico es mejorando la enseñanza, puesto que “la trampa es una falla en la transacción enseñanza-aprendizaje”.

Esa fue la idea central de su conferencia ‘Lecciones sobre el fraude académico’ que inauguró la quinta Jornada de Didáctica Creativa, organizada por el CEDU el pasado 15 de julio con el fin de incentivar la reflexión en los docentes de educación media y superior en torno a procesos de innovación y creación en sus aulas de clase.

Lang explicó a los asistentes que existen cinco características principales en los entornos de aprendizaje que incitan al fraude académico.

La primera de ellas es que la motivación del estudiante en clase sea extrínseca. Es decir, “cuando la motivación educativa de las personas es solo sacar buenas notas, o solo graduarse y terminar con la universidad, u obtener algún tipo de recompensa al final de la tarea de aprendizaje, es más probable que hagan trampa”, señala Lang.

Un ejemplo de una motivación extrínseca es un extremo interés de los padres en las calificaciones de sus estudiantes, haciendo que estos solo se preocupen por ese aspecto y no por el aprendizaje en sí mismo.

La segunda característica que Lang destaca es similar: se trata de la orientación hacia el desempeño. “Significa que solo quieres que te vaya bien en la tarea y obtener una buena nota para pasar la materia, en vez de estar interesado en aprender concienzudamente el material y tener un entendimiento profundo del mismo”, señala el experto, y esto lleva a que los estudiantes sean más propensos al fraude académico.

Un ambiente de este tipo muchas veces es promovido por los mismos profesores que hacen demasiado énfasis en el desempeño, y hacen pensar a los estudiantes que la trampa está justificada para obtener ese objetivo.

En tercer lugar, Lang explicó que las evaluaciones poco frecuentes y de alto valor también promueven el fraude, pues si los estudiantes tienen solo una o dos oportunidades en el semestre para ganar sus notas, son más propensos a hacer trampa.

“Por ejemplo, en Estados Unidos, a veces las clases solo tienen un examen parcial y uno final, y en ese tipo de clases las tasas de fraude son más altas, porque los estudiantes solo tienen esas dos oportunidades de obtener sus notas, así que la presión en esas evaluaciones es muy intensa. Cuando las clases tienen muchas oportunidades pequeñas para que los estudiantes ganen sus notas, las tasas de trampa disminuyen”, explicó.

La cuarta característica de un ambiente que promueve el fraude es la baja autoeficacia. “Significa si el estudiante cree que es capaz o no de hacer el trabajo que se le asigna en esa clase. Si el estudiante cree que no lo es, es más propenso a hacer trampa”, señala Lang, y añade que aunque esto es algo que hace parte del estudiante, los docentes pueden tener un papel importante en ayudarlos a sentir que sí están capacitados para hacerlo.

Finalmente, Lang habló de una característica que no es del salón de clases sino de todo el ambiente del campus universitario, y es que si los estudiantes perciben que los demás hacen trampa o aprueban esta conducta, es más probable que ellos mismos lo hagan. “Este es el factor más ampliamente demostrado de estos cinco. (...) Tiene sentido, especialmente porque la gente joven es más fácilmente influenciada por sus pares, así que lo que perciben es lo que ellos también harán”, apuntó.

La conferencia de Lang no se limitó a describir estos “factores de riesgo”, sino que además propuso tres caminos que los docentes y directivas pueden tomar para combatir esta problemática.

El primero de ellos es repensar la forma en que se evalúan los conocimientos de los estudiantes y pensar en opciones que hagan imposible o más difícil hacer trampa. Por ejemplo, el aprendizaje de servicio.

“Pedirles que usen su conocimiento y aprendizaje para hacer una diferencia en su comunidad, en su campus o en su ambiente local”, explicó Lang, y puso el ejemplo de una profesora de contabilidad en su universidad que asignó a sus estudiantes que fueran a un centro de vivienda para la tercera edad y les ayudaran a hacer sus declaraciones de impuestos.

“Para mí estas son formas prometedoras, interesantes y motivadoras de evaluar a los estudiantes, y en las que no es posible hacer trampa”, destacó.

En segundo lugar, sostuvo que es importante incrementar la cantidad de práctica que los estudiantes hacen en el salón de clases, pues según investigaciones, es más probable que ellos no cometan fraude en sus casas cuando han practicado lo suficiente en clase las lecciones aprendidas.

Finalmente, Lang hizo una recomendación para las universidades en general, y es buscar la manera de invitar a los estudiantes a participar de la discusión sobre el fraude académico.

“Tenemos que pensar en cómo podemos abrir la conversación de integridad académica a los estudiantes. Ellos tienen que pensar que esto es importante. Es un tema complejo, y normalmente enseñamos esto dándoles cátedra, pero esta no es la forma más efectiva de hacerlo”, finalizó el experto.

Por Melissa Zuleta Bandera

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