El viacrucis que vive nuestra fauna y flora silvestre en Semana Santa

La Semana Santa, momento de reflexión y oración para muchos, es una de las celebraciones religiosas más importantes del mundo cristiano y de las más esperadas en nuestro país. Según fuentes oficiales, un 97,01% de la población colombiana es cristiana y de este porcentaje el 57% se considera católica. Es decir, más de la mitad de la población celebra las costumbres y preceptos de la Semana Mayor.

Algunas de estas son los ayunos, ciertos encuentros religiosos, el uso de sahumerios para aromatizar y santificar los espacios, y no comer carnes rojas. Esta última hace que los creyentes se decanten por consumir cualquier tipo de carnes blancas, aumentando la demanda de pescados, conejos y pollos, pero también de animales silvestres nativos en vía de extinción como iguanas, hicoteas, manatíes y algunos tipos de aves como chavarrías o viuditas, lo que impacta la biodiversidad y el ecosistema. 

Chavarría (Chauna Chavarría) y Viudita (Dendrocygna Viduata) Foto: Juan Salvador Mendoza.

Para hablar sobre este tema, consultamos al biólogo Juan Salvador Mendoza, estudiante de la Maestría en Ciencias Naturales de la Universidad del Norte y miembro activo del grupo de investigación de Química y Biología.

Juan Salvador Mendoza, biólogo y estudiante de la maestría en Ciencias Naturales.

El consumo de carnes de especies nativas en época de Semana Santa no es nuevo, y se remonta a la época de la Conquista Española, cuando los españoles llegaron a nuestras tierras (específicamente al territorio de la Ciénaga Grande). "Cuando llegaba la época de la Semana Santa, debido a la prohibición de la Iglesia de consumir carnes rojas, los españoles, de la mano de los indígenas, empezaron a alimentarse de cualquier animal que consideraran acuático, entre los que estaban reptiles como iguanas, hicoteas, pero también mamíferos acuáticos y semi-acuáticos como el manatí y el ponche, una especie de chigüiro de la costa. Su consumo se convirtió en una tradición de estas festividades”, señala el biólogo. 

Explica que la colonización trajo grandes problemas a las especies nativas, debido a que gran parte de estas fueron desplazadas con la llegada de los animales de ganado, y lo poco que quedó de estas se sigue viendo amenazado por su caza indiscriminada para la Semana Santa. Además, su cacería no solo afecta a estas especies, sino a la flora y fauna circundante debido a los métodos utilizados. “Las quemas en la Ciénaga Grande y la isla Salamanca muchas veces tienen que ver con la caza de estas especies, ya que con el fuego inducen su huída para capturarlos. El problema es que con estas quemas se genera un daño importante a la flora y fauna circundante, además del daño a la subsistencia de las especies animales en la zona”, enfatiza Mendoza. 

Un agravante de la situación es que la época de anidación y reproducción de estas especies nativas coincide justamente con la Semana Santa. “La Semana Mayor coincide con la época en la que se da ese cambio del clima en el que pasamos de la sequía a la lluvia, y es precisamente esta época en la que las hicoteas, por ejemplo, deciden aparearse. Estas son tortugas acuáticas, pero las hembras depositan los huevos en tierra seca, y es cuando las miles de hembras salen a poner sus huevos a tierra, lo cual es aprovechado por los cazadores y generando un desbalance reproductivo en esta y otras especies”, argumenta. 

Datos de la Asociación de Corporaciones Autónomas (Asocars) indican que en 2020 estas entidades recibieron en sus centros de atención para recuperación y rehabilitación más de 33 mil especímenes de fauna silvestre, 42 por ciento más que en 2019, lo que alerta el aumento de estas prácticas ilegales.

Hicotea (Trachemys callirostris). Foto: Juan Salvador Mendoza.

Durante esta época, también se hace uso del sahumerio de palo de Bija y Palosanto, con el objetivo de purificar, santificar y atraer las buenas energías al interior del hogar y la familia. Sin embargo esta práctica afecta el ecosistema, ya que para conseguir la materia prima de los sahumerios gran parte del bosque seco tropical es deforestado. Este tipo de árboles, que hacen parte de la familia de los Burseraceae, son plantas con una madera resinosa y que al ser incendiados generan estos aromas y aceites esenciales. De acuerdo con Juan Salvador, el problema es que estos árboles no se cultivan y se genera deforestación, porque las personas que los cortan no los vuelven a plantar. No existe una reforestación adecuada de estas especies vegetales. 

Otra práctica que ya no se ve tanto, pero sigue estando presente, es el uso de la palma de cera para la celebración del Domingo de Ramos, que recuerda la entrada triunfal de Jesús a Jerusalén. “Para esta celebración se hacía una intensiva extracción de esta especie, dejando muy pocos ejemplares vivos. Lo bueno es que ha venido perdiendo fuerza y se ha venido reemplazando por la matica de la abuelita, la matica que está en la casa y así”. 

Las posibles soluciones: cría y reforestación

Juan Salvador propone, como una posible solución de esta problemática, el uso de la cría y la reforestación de las especies afectadas por su alta demanda en la época. “Si nosotros como Colombia potencializamos la cría de todas estas especies, contribuiríamos a su repoblación, generaríamos seguridad alimentaria y podríamos acabar con la caza ilegal que, como repito, no solo afecta a la especie que se caza, sino también a la fauna circundante”. De igual forma, propone crear un programa de reforestación tanto de los palos de Bija y Palosanto, así como de las palmas de cera, con el que el campesino o agrícola cada vez que extraiga una de estas especies de la tierra, sea capaz de volver a plantar semillas de la misma para que estas plantas no se vean amenazadas.