En un mundo que se mueve a la velocidad de las pantallas, la capacidad de pensar con rigor se volvió un diferencial profesional. Hoy, la inteligencia artificial responde en segundos, pero el verdadero valor—para una empresa, una ciudad o un territorio—aparece cuando alguien formula la pregunta correcta, contrasta evidencia y decide con criterio. Ese “músculo” es el pensamiento crítico: la habilidad de distinguir lo importante y convertir datos en decisiones. 

Como líder gremial y egresada de la Universidad del Norte, veo a diario el contraste entre consumo superficial y análisis profundo. Consumo superficial es quedarse en titulares, videos cortos o resúmenes que no se verifican. El análisis profundo, en cambio, ordena la información, valida fuentes y conecta datos con decisiones; eso genera resultados. En conversatorios recientes sobre Industrias 4.0 con empresarios del Atlántico y en encuestas globales a CEOs, el mensaje se repite: la tecnología acelera tareas, flujos de trabajo y tiempos de decisión, pero las ventajas duraderas dependen de habilidades humanas: pensamiento crítico, comunicación asertiva y capacidad de aprender rápido. El bilingüismo dejó de ser ventaja para convertirse en requisito base. Lo que distingue a un profesional es el conjunto de capacidades: criterio + comunicación + adaptabilidad. 

Sin duda, la IA eleva la productividad, pero el retorno sostenido aparece cuando los equipos definen bien el problema, eligen datos confiables y miden impacto. En el Atlántico tenemos industria con tradición, servicios en expansión, vocación exportadora y un ecosistema académico-empresarial que coopera cada vez más. La combinación IA + talento con pensamiento crítico reduce mermas, acelera tiempos de ciclo, mejora servicio y abre mercado internacional. 

El pensamiento crítico no solo eleva productividades; también construye ciudadanía. Un profesional que argumenta con evidencia, escucha objeciones y decide con ética se vuelve un agente de confianza. Y la confianza es el capital más escaso para transformar territorios. 

Uninorte, con su enfoque integral, forma egresados capaces de usar la tecnología con propósito: personas con mirada global y pies en el territorio, que conversan con la industria, entienden al sector público y lideran soluciones sostenibles para el Caribe. En la era digital, la velocidad marca el ritmo; la reflexión marca la dirección: es decir, ir rápido importa, pero pensar bien define hacia dónde. Si sostenemos esa dirección, el resultado es claro: crecimiento con oportunidad para más personas.