¿Cómo entender las conductas criminales?

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Matías Bertone, doctor en Neurociencia Cognitiva Aplicada.

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13 sep 2017

El martes, 12 de septiembre, tuvo lugar en Uninorte una nueva edición de Miradas de Paz, espacio de reflexión propiciado por la División de Humanidades y Ciencias Sociales para contribuir a la construcción de paz en Colombia. A través de una jornada titulada Comprendiendo la conducta criminal, el evento buscó obtener una mayor comprensión de los fenómenos que ocurren al interior del cerebro, que llevan al ser humano a actuar en contra de la ley y de las normas sociales.

“Es una aproximación que hacemos desde las neurociencias, viendo los determinantes biológicos, los circuitos cerebrales que intervienen y las experiencias que pueden causar una conducta criminal”, indicó la profesora Edith Aristizábal del departamento de Psicología, y quien lideró la actividad.

El evento sirvió como marco para presentar una serie de investigaciones que se han realizado en diversos ámbitos, como los colegios públicos de Barranquilla y las cárceles de Argentina. “Hemos trabajado con chicos de colegio con TDH (trastorno por déficit de atención con hiperactividad) y chicos que han cometido faltas sobre sus compañeros, tratando de ver el pensamiento social en ellos. Viendo en qué casos atacan porque quieren hacer un daño, o porque no entienden lo que hacen”, explica Aristizábal.

Estos estudios pretenden acercarse a la realidad actual, marcada por un incremento de conductas violentas en el colegio. “Son chicos que se agreden y se violentan muchísimo, pero queremos aproximarnos a un entendimiento y comprensión de eso. La contribución que tiene la crianza, los traumas tempranos, el aislamiento social y el rechazo, que les hace a unos individuos ser menos empáticos con el otro”.

Aristizábal junto al invitado especial de la jornada, el doctor en Neurociencias argentino Matías Bertone, ha realizado investigaciones en la penitenciaría de Ezeiza en Argentina, estudiando a reos con psicosis. “Queremos ver cómo es el pensamiento social de cada uno de ellos, si su capacidad de empatía falla o no y cómo la neurociencia permite comprender la conducta no solo antisocial y disruptiva, sino también el que no hace caso y agrede al otro”, indica la académica.

El objetivo primordial de la actividad fue abordar las manifestaciones de violencia para ver lo que hay detrás de ellas. “No siempre detrás de un fenómeno violento hay maldad. Hay que encontrarle el contexto social”, manifestó Aristizábal.

Las respuestas que da la neurociencia

A través de la neurociencia cognitiva forense, expertos como Matías Bertone pueden determinar qué es lo que está detrás de la conducta criminal de un individuo.

El licenciado en psicología y doctor en Neurociencias de la Universidad Maimónides explica que algunas enfermedades neurológicas pueden alterar la corteza orbitofrontal, la parte del cerebro donde se toman decisiones y que se conecta con el sistema límbico, del cual dependen los instintos humanos, ocasionando así conductas anormales.

“En esta parte se integra la información y se hace un procesamiento que genera o inhibe una conducta. Si alguien me dice ‘¿quieres ir a la noche al casino?’, y yo quiero ir, pero me doy cuenta de que no me quiero gastar mi sueldo, se activa la amígdala, que regula las reacciones emocionales y se comunica con la corteza orbitofrontal. Eso es lo que te hace decir ‘mejor no, cambiemos de plan’”, detalla Bertone.

El problema de una afectación en esta parte del cerebro es que puede desaparecer la sensación natural de miedo y, según Bertone, pueden traducirse en casos de delincuentes que caen presos una y otra vez porque su capacidad para valorar los riesgos está tremendamente alterada.

De acuerdo con Bertone, trastornos como la psicopatía obedecen a alteraciones específicas en el circuito que comunica las emociones con las áreas del cerebro con las que toman decisiones. “Los psicópatas en el momento de tomar decisiones no tienen emociones. No les funciona ese sistema de frenos que tiene el cerebro”, indica el experto y señala que un psicópata no es necesariamente aquel que descuartiza gente y la mete en el baúl de un carro. “Hay jefes psicópatas que la secretaria les llora y les sigue gritando. Una persona sin rasgos psicopáticos, cuando le provoca dolor a otro, se conecta con esta a través de un sistema de empatía e intenta revertir el estado emocional del otro para no sentirse mal”, comenta.

La alteración de los sistemas inhibitorios de los ganglios basales, asociados con las tareas repetitivas cotidianas, es otra situación que puede generar conductas graves. “Cuando se rompe y no funciona bien, la gente tiende a repetir, como se puede notar en los trastornos obsesivos compulsivos. Los abusadores sexuales tienen ese perfil y forman parte de ese espectro. No quiere decir que quienes se lavan las manos seis veces después de comer vayan a violar a alguien, pero los abusadores sexuales en serie hacen exactamente el mismo procedimiento con distintas víctimas, y se encontró que tienen alteraciones de ese sistema”, sostiene Bertone.

Para el experto el principal sistema inhibitorio del ser humano es el afecto y cuando este se altera es cuando las personas más realizan acciones aberrantes para los esquemas de valores de la sociedad. Este se puede alterar por el drama temprano en niños rama y el uso de drogas que hace que el neurodesarrollo se afecte. “El cerebro se desarrolla distinto en los chicos que sufren violencia, abandono o maltrato. El estrés es muchísimo peor en un chico que tiene un cerebro cinco veces más pequeño que el de un adulto”, señala.

Bertone explica que los delincuentes y psicópatas son personas normales desde el punto de vista de la evolución, pero su cerebro se ha adaptado para sobrevivir en un ambiente hostil. “Si yo tengo una persona violenta, agresiva que todo lo resuelve a los golpes, en realidad es una persona adaptada al medio del cual viene”.

“Lo que se activa es la amígdala en un entorno hostil. Por ejemplo, a mí de qué me sirve tener el cerebro del Dalai Lama si cada vez que llega mi papá a la casa ebrio, me golpea. Para sobrevivir tengo que ser rápido en los reflejos y esconderme y cuando mido que soy más fuerte, pegarle a él”, dice el psicólogo.

En ambientes patológicos, señala Bertone, un cerebro patológico es necesario para sobrevivir. Para esto pone de ejemplo a las personas que tienen la capacidad para adaptarse dentro de las cárceles, o el caso de jóvenes que crecen en barrios donde circula la violencia, las drogas y las armas. “Ahí ese cerebro funciona perfecto. El problema es cuando va a la escuela o cuando busca trabajo y pelea con el jefe. El cerebro que se formó para un ambiente donde funcionaba bien y se había adaptado, en otros ambientes no funciona”, puntualiza el académico.

Otro de los aspectos que señala Bertone es las razones por las que se comete un crimen en una persona con alteraciones de sus sistemas inhibitorios. El psicólogo destaca hechos como revancha, ira, ideas radicales de índole religioso o político y la búsqueda de fama, generalmente suscitados por una percepción de injusticia.

“Cuando una situación es injusta las personas sienten una situación de rechazo y en ellas se activa la ínsula cerebral. Esta ínsula hace que no tomemos decisiones inteligentes y racionales, sino intentar hacer que las cosas sean ‘justas’. Pero lo que es justo o injusto depende de cada quien”, expone Bertone, añadiendo que “los que matan a alguien para robar lo justifican diciendo ‘los ricos nos hacen pobres’, o los que matan a su pareja: ‘la maté porque me abandonó’. Esta ínsula hace que la gente se quiera reivindicar, que aquellos a los que le hacen bullying vayan y maten a los compañeros. Estas diferencias sociales generan estados de violencia que son gravísimos”.

Por Andrés Martínez Zalamea

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