Estudiantes de Geología se vinculan a proyecto de restauración en el Golfo de Morrosquillo

Las dos estudiantes de noveno semestre hacen parte de  'Vida Manglar', un estudio de recuperación del ecosistema en la ciénaga de Caimanera y Guacamaya. Sus ejes de investigación son la erosión costera y la contaminación de los cuerpos de agua.

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Se trata de Danna Anaya y Laura Hernández.

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29 sep 2021

Más allá de las imponentes playas y los paisajes paradisíacos que sostienen el turismo en el Golfo de Morrosquillo, al sur del mar Caribe se ocultan problemáticas medioambientales y socioeconómicas que han golpeado la zona por años. Los pescadores artesanales de la ciénaga de Guacamaya, en el sector cercano a Tolú (Sucre), se enfrentan diariamente a la incertidumbre de recoger sus atarrayas cada día más vacías por el bajo flujo de peces, o al aumento del nivel del mar en la ciénaga de La Caminera, que pone en riesgo las casas flotantes. 

Cuadros como estos, que se han convertido en el panorama común para los habitantes del Golfo, reflejan el grado de contaminación del mar por vertimientos de materia residual y el aumento de la erosión costera por actividades antrópicas. 

Ambas problemáticas despertaron el interés de Danna Anaya Causado y Laura Hernández Julio, estudiantes de noveno semestre de Geología, quienes se vincularon mediante sus prácticas profesionales al proyecto Vida Manglar, un estudio adelantado por la organización ambiental Conservación Internacional Colombia (CIC), que será de utilidad para la restauración y recuperación del estado de los manglares en la ciénaga de La Caimanera y Guacamaya.

La primera fase del proyecto consiste en investigar y recopilar material bibliográfico que sirva de base para proponer herramientas acertadas para la restauración medioambiental.

Danna Anaya se encarga de investigar sobre la erosión que se presenta en el golfo, apoyándose en el cambio de las geoformas y escenografía costera. Su tarea principal consiste en realizar un mapa de susceptibilidad que permita identificar las zonas que tienen mayor probabilidad de perder suelo o erosionarse por acción del oleaje, mal estado del ecosistema, ascenso del nivel del mar o procesos humanos. 

Para esta barranquillera de 21 años, la recopilación de este tipo de datos es fundamental porque la zona no cuenta con estudios científicos detallados sobre su estado actual. La mayor parte de la literatura de erosión costera en el Golfo tiene un enfoque socioeconómico, que no fundamentan la realización de proyectos orientados a la recuperación del sistema ecológico. 

“Los estudios que se han adelantado en el Golfo no contribuyen directamente a la implementación de proyectos de restauración, ni a mitigar el problema del oleaje y el aumento del nivel del mar. Por lo tanto, resulta vital conocer un mapa geomorfológico detallado de la zona para saber cuáles son las partes más susceptibles de erosión o sedimentación”, señala la  becaria Ser Pilo paga y egresada del Colegio Metropolitano de Soledad 2000. 

Asimismo, adelanta un proyecto de grado que va de la mano con su labor en Vida Manglar. El propósito de su tesis es interpretar los cambios en la línea de costa durante los últimos treinta años, a través de imágenes satelitales, teniendo en cuenta el ascenso del nivel del mar y la variación geomorfológica. 

Hasta el momento, algunos de los hallazgos que ha encontrado señalan que con el incremento de construcciones de espolones que se han hecho La Caminera, ha aumentado la erosión (a pesar de que el objetivo de estas estructuras sea disminuirla). “A largo plazo esta situación está ocasionado que, mientras que en algunas zonas se reduce la sedimentación, las que no cuentan con espolones se erosionan con mayor rapidez”, advierte la estudiante en prácticas. 

El área de estudio está ubicada entre los municipios de Tolú y Coveñas (Sucre), en el Golfo de Morrosquillo. 

La otra joven que se vinculó al proyecto es Laura Hernández, cuya tarea es estudiar cómo se ha modificado la geomorfología en la zona, a raíz de las dos actividades económicas principales en la sabana: la ganadería y la agricultura. Por ejemplo, cómo se ha cambiado la forma natural de los arroyos y la afectación que ha causado en el ecosistema esta nueva red de drenaje. 

“Las actividades económicas principales que se extienden a lo largo de La Guacamaya se realizan cerca de los arroyos y las ciénagas, generando contaminación de los cuerpos de agua por el uso de pesticidas (agricultura) y el vertimiento de nitratos (ganadería). Por ello, la idea es hacer un análisis de distribución de contaminantes en el área”, explica la barranquillera de 22 años, egresada de la Institución Educativa Comercial Nuestra Señora De Las Misericordias. 

Su proyecto de grado se basa justamente en construir un modelo conceptual de contaminación difusa. Además, concuerda con su compañera en que en la zona del Golfo es necesario sentar bases de información científica que permitan entender el funcionamiento de los ecosistemas en respuesta a la alteración antrópica. “En Colombia no existen esta clase de estudios. Entender cómo responden los ecosistemas a nuestra alteración es vital para mitigar el daño o amenaza a la que puedan estar sometidos los ecosistemas para reducir los impactos negativos”, agrega la estudiante, quien integra la junta directiva del capítulo estudiantil de la Sociedad Colombiana de Geología de Uninorte. 

Para el docente Juan Camilo Restrepo, quien dirige los proyectos de investigación de ambas estudiantes, apoyar estos proyectos de conservación es importante porque hace un aporte diferencial desde la academia y la investigación. “Los proyectos de conservación siempre se han concentrado en la parte ecológica. Algunos de ellos no han tenido resultados exitosos precisamente porque para llegar a la restauración hay que tener garantizada la funcionalidad y la estructura del sistema ecosistémico, y adquirir datos que permitan tomar decisiones en cuanto a las herramientas de manejo más acertadas para liderar estos procesos”, señala el doctor en Ciencias del Mar.

Y concluye que “con este tipo de iniciativas, la sociedad dejará de concebir a la Geología como una carrera de extracción y aprovechamiento de recursos, para empezar a verla como una rama que tiene mucho que aportar en el tema de recuperación de ambientes degradados”. 

 
Por María Fernanda Salgado.

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