BIENESTAR

 

 
 
Por: Ornella Hamburger
Egresada de Psicología (2013) y de la maestría en Psicología (2016).

 

Detente. Deja lo que sea que estés haciendo por un minuto. Respira. ¿Quieres intentar descubrir cuánto estrés estás sintiendo en este momento? Comencemos.


 

Empieza por encontrar una postura cómoda ahí donde estás y toma conciencia de todo tu cuerpo: “escanea” cada parte de él, percibiendo las sensaciones que te llegan mientras respiras profundamente.

 

¿Notaste puntos de tensión, malestar o dolor que estabas pasado por alto? O tu mente te distrajo con pensamientos como: “mírame cómo pierdo el tiempo”, “podría aprovechar más bien para responder ese correo”, “necesito devolver ahora mismo esa llamada perdida”, “apenas termine aquí salgo corriendo para que me rinda el día”, “que no se me olvide la fecha límite para la entrega de…” Y así sucesivamente, en un listado interminable de cosas urgentes que le quitan tiempo a lo realmente importante, como diría la sabia Mafalda.

Vivimos en esa eterna dualidad en la que mientras nuestro cuerpo no ha terminado de pagar el alquiler del presente, nuestra mente lleva habitando el futuro desde hace varios años.

Y por más tentadora que sea la idea de reducir la marcha, aliviar el estrés y disfrutar más del aquí y el ahora, nos cuestionamos: ¿es realmente posible hacerlo? Y si fuera así, ¿cómo se lograría eso?, ¿por dónde empezar?.

Lo cierto es que vivir más despacio en este mundo de prisas y ruidos que nos ha convencido plenamente de que esta es la forma de “aprovechar mejor la vida que es muy corta”, requiere de mucha voluntad y compromiso.

En otras palabras, vivir más lento requiere de nosotros, de las verdaderas ganas de cambiar.

¿Y qué mejor momento para hacerlo que durante una pandemia que nos ha sacudido en el nivel más profundo de nuestro ser, haciéndonos caer en cuenta que nos estamos perdiendo de la mejor parte de estar vivos?

Necesitamos volver nuestra mirada hacia aspectos tan básicos y cotidianos como el descanso, la alimentación, los vínculos con quienes nos rodean, nuestra conciencia de ser, estar y agradecer, por ejemplo.

Introducir la práctica de la atención plena en nuestra vida es el primer paso para dejar de vivir en piloto automático. 

Te propongo unos sencillos ejercicios, fáciles de llevar a cabo, para que emprendas este gratificante camino para vivir más lento:

Al momento de despertar y antes de tomar el celular (ojalá puedas revisarlo mínimo una hora después), estírate, respira profundo y realiza un pequeño guión de tu día sin olvidar reservar un pequeño espacio para realizar algo que disfrutes: tomarte una taza de té sin ningún tipo de distracción o escuchar una de tus canciones preferidas con los ojos cerrados.

Recupera tu espacio para alimentarte con tranquilidad, sin mensajes ni llamadas, tal vez disfrutando de la compañía de otras personas, o simplemente saboreando de manera muy consciente tu plato.

Equilibra y compensa los momentos de exceso de actividad y estrés con actividades relajantes: ¿hace cuánto no pintas, dibujas o realizas algún tipo de manualidad? Retoma los viejos pasatiempos que dejaste de hacer para “no perder el tiempo”, ¡o explora algunos nuevos que siempre te han interesado!

Reconéctate con la naturaleza. ¿Has escuchado o leído algo sobre la técnica del “grounding”? Se trata de poner los pies sobre la tierra, literalmente. Se ha comprobado que mucha de nuestra ansiedad y estrés está relacionado con el llamado “trastorno por déficit de naturaleza”, que aparece cuando en nuestra vida imperan los entornos urbanos y virtuales. Encuentra una zona verde y realiza alguna actividad allí: un picnic con tu familia o amigos, algún tipo de actividad física o simplemente caminar descalzo sobre la hierba tiene importantes efectos terapéuticos sobre nuestro bienestar y salud mental.

En últimas se trata de vivir más lento, ser feliz, y darte cuenta de ello.