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BIENESTAR

Por: Olga Leonor Hernández Bustamante
Egresada de Maestría en Psicología (2008) y Especialización en Psicología Clínica (2007).
@pausa.consentido - @oleohdez

Una egresada, magíster en psicología y especialista en psicología clínica, descubre -desde su perspectiva- la disyuntiva del regreso a la vida normal. 


Dos reacciones en apariencia contradictorias parecen surgir en este nuevo momento de salto (regreso) de lo virtual a lo presencial por la pandemia de COVID-19: Las ganas de regresar a escenarios sociales y el deseo de poder permanecer en casa y desarrollar desde allí buena parte de la rutina de la vida cotidiana. 


La virtualidad nos permitió (y nos sigue permitiendo) participar permanentemente en clases y reuniones que se suceden una a la otra al mejor estilo del eterno retorno. Los estudios advierten que el cansancio y el desgaste por la alta carga de trabajo está actualmente pasando factura a nivel mundial con la aparición cada vez mayor de casos de ansiedad y depresión debido al incremento de la soledad y aislamiento social a partir de la pandemia. Es necesario que comprendamos que estar en línea no es estar en conexión conmigo y con los demás. Nos habita un deseo profundo de sentir que realmente pertenecemos a algún lugar; que tenemos relaciones dónde poder ser auténticos y donde las cargas puedan ser compartidas.

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Es así como nos debatimos entre sentirnos agobiados o eufóricos por el regreso a la vida “normal” que teníamos antes del inicio del aislamiento por la pandemia. Esta contradicción hunde raíces en el hecho de que de alguna manera pudimos comprender que aquello que considerábamos “vida normal” no estaba necesariamente dotada de sentido. La pandemia parece habernos enseñado que necesitamos conexiones y espacios de encuentro, sí, pero priorizamos aquellos que sean profundos y vinculantes. Comprendimos que es posible estar bien sin tener que responderle todo el tiempo a los demás, descubrimos dónde nos sentimos plenos y en qué momentos estar en uno u otro lugar es simplemente una pérdida de tiempo.

Tal vez la idea de salir de esta situación siendo mejores seres humanos es un ideal que no logramos alcanzar. Sin embargo, hay un sentir generalizado al que no podemos seguirle huyendo: la necesidad de construir y/o fortalecer espacios y
 relaciones llenos de autenticidad y sentido.