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LO QUE PASA EN LA U

 

"El Caribe no es un lugar: es un ritmo que nos recuerda, incluso en la adversidad, que seguimos vivos."

Alexandra Vives - Directora de la Editorial Uninorte
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Diciembre 2025
Por: Alexandra Vives
Directora de la Editorial Uninorte



 

El Caribe es más que una geografía: es un territorio en movimiento marcado por la resistencia, la mezcla cultural y el ritmo que atraviesa su vida cotidiana. A partir de una reflexión sobre su diversidad, sus migraciones y su producción intelectual, surge la Biblioteca del Caribe, un proyecto que busca leernos entre nosotros y pensar el futuro desde nuestra propia mirada. 


La premisa de que el Caribe es un territorio físico, reunido en torno a su relación con el mar, con las aguas de la gran cuenca, dejó de ser suficiente. Académicos e intelectuales, así como artistas, han liderado espacios y estudios para repensar la definición del Caribe más allá de su circunscripción al agua. Glissant (Martinica, 1928-2011; Francia) y BenítezRojo (Cuba, 1931-2005; EE. UU.) advirtieron que el Caribe estaba marcado por su transculturalidad y, sobre todo, por ser un territorio en movimiento. De modo que, la definición sociocultural del Caribe es un espacio de flujos de intercambios multiétnicos cuyo terreno primordial de resistencia es el lenguaje. Para Benítez-Rojo, la ubicación del Caribe entre Sur y Norteamérica le confiere a toda el área una condición de archipiélago, en tanto que se convierte en un puente, incluso discontinuo, entre los dos continentes.

 

De ahí su premisa, que titula su celebre obra, el Caribe es en sí mismo una isla que se repite. No es una isla o una locación geográfica particular ―Cuba, Haití, Guadalupe o las costas colombianas― la que se reitera; lo que se repite es algo más esencial, que va desde los gestos culturales compartidos, las preferencias de ciertos ingredientes que componen y atraviesan nuestras dietas, el mestizaje, la preponderancia otorgada a la cultura popular, nuestra distancia y tentación con Occidente, las estructuras socioeconómicas instauradas desde la Colonia, etcétera, etcétera, etcétera… Y en eso lo decimos casi todo, pero aún no establecemos un algo que sea inherente y suficientemente Caribe. ¿Cómo explicar la caribeñidad? Sobre ello insiste Benítez-Rojo, la cultura caribe reescribe su entorno en función del ritmo, al que se puede arribar desde la danza, la música, el lenguaje, la literatura, y hasta en el modo de caminar. El Caribe es performativo. El Caribe es universal. No es suficiente este preludio: insto a la lectura de La isla que se repite (1989). 

"El Caribe es un espacio de flujos multiétnicos donde el lenguaje se vuelve terreno de resistencia".

— Alexandra Vives, Directora de la Editorial Uninorte
Hace un par de años, motivada por una investigación de la producción editorial del Caribe, pedí a dos académicos que nos acercáramos a una forma sucinta, pero significativa, para nombrar el Caribe. Intentar reducir toda la complejidad de esta meta-archipiélago, a una sola idea. Los docentes e investigadores Mercedes Ortega y Ariel Castillo coincidieron en que la resistencia se coinvierte en una visión compartida por todos los territorios insulares, continentales o diaspóricos del Caribe. La resistencia configura una visión del mundo que, a su vez, incide sobre la producción cultural e intelectual. Una resistencia que reside en la irreverencia, en la risa, en tomarse la vida en serio, pero no tanto, en no tragar entero. En la burla, la sátira, el carnaval. 

Tiempo después leí un texto que, desde entonces, ha resonado con esta idea de la resistencia. La escritora Sorayda Peguero, cronista de lo mínimo, de lo cotidiano pero sublime, dice en su libro Doce encuentros y una despedida, que esa caribeñidad parece algo esquiva cuando intenta definirse; algo que al mismo caribeño le resulta difícil al estar inmerso en su propia caribeñidad. Sin embargo, apelando a Benítez-Rojo respecto de esa manera de ser y estar en el mundo, Peguero rememora la historia de Chencha y Bonyé, dos bailadores de son dominicano que lograron fama internacional en los ochenta por su pasión al bailar, un tour de force en pleno. Un baile que resulta como un exorcismo de todo aquello que nos aplasta, desde las lidias históricas, hasta la realidad del subdesarrollo. Dice, “La caribeñidad tiene que ver con la brega diaria por vivir, intervenida a ratos por las distracciones que no nos sirven para olvidar que la cosa está difícil, pero sí para recordar que seguimos vivos.” Así bailaba este par: para recordar, a quien lo viera, el éxtasis de la vida, para burlar la suerte que nos fue echada. 

Esa búsqueda de entonces, de autores y obras, que se configuró como una colosal arqueología literaria, demostró también la ausencia de circulación de obras en nuestra orilla del mar, de muchas, tantísimas voces de este meta-archipiélago multilingüe. Surgió la gran pregunta, ¿por qué no nos leemos lo suficiente entre los que somos caribe? Leemos muchísimas obras en traducción de otras lenguas, avaladas por la facilidad de su circulación comercial. Entonces, ¿el problema no es sólo un tema de traducción? ¿Se reduce a un tema de circulación de los libros? Fue sorprendente encontrar que los catálogos más amplios de literatura del Caribe están a cargo de editoriales españolas, indias o pertenecientes a centros académicos en los EE. UU. Entonces, ¿será que la circulación escasa en nuestro lado de la región obedece más a un tema de interés? ¿Desconocemos nuestra propia producción? 

De esa necesidad de leernos surge la Biblioteca del Caribe. De esa dificultad para enunciarlo de una única manera, sino desde muchas miradas sobre lo que nos une, más no lo que nos unifica. Pues es la diversidad del Caribe la premisa de base para configurar una biblioteca de lecturas que atiende a los temas que nos interesan. Por una parte, la literatura del Caribe; por otra, los estudios de género, cuya aproximación a la realidad parte de las relaciones de poder, y que reflexionan sobre las nuevas definiciones de género y sus roles cambiantes dentro de las jerarquías sociales; los desplazamientos, migraciones, viajes y recorridos históricos; los sistemas Caribe, vistos desde la historia, la política y la economía, entendiendo que los sistemas son resultado de acciones humanas ―acciones sistemáticas con impactos sistémicos― que generan procesos históricos, económicos y políticos, marcando el curso de los hechos y el devenir de un pueblo; el territorio, hábitat y medioambiente, y, por supuesto, sus habitantes; la tecnología y la modernidad y su impacto en los modos de vida; los cuerpos de agua y su relación con la cultura; los sentidos, la experiencia cultural y estética sensorial, como la música, la danza, las artes plásticas y la culinaria. 

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La Biblioteca del Caribe nace para reunir esas miradas y ponerlas en diálogo con el mundo. Porque no se trata solo de leer historias del Caribe, sino de pensar desde aquí: de imaginar un futuro distinto con raíces firmes en nuestra diversidad. El Caribe no solo es una geografía o identidad cultural, es una forma de mirar el mundo: abierta, plural, mestiza, crítica y vital. Cada libro ofrece puertas a la música y la oralidad, a la memoria y la resistencia, a los sabores, paisajes y pensamientos que hacen del Caribe un lugar siempre nuevo. Te invitamos a abrirlas.