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BIENESTAR

 

"La IA puede repetir una respuesta compasiva, pero no puede sostener el silencio de un corazón humano herido."

Elkin Cabrera Vergara, Egresado de Psicología (2015) y de la Maestría en Psicología (2017)

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Diciembre 2025
Por: Elkin Cabrera Vergara
Egresado de Psicología (2015) y de la Maestría en Psicología (2017)


 

Hablar con una IA puede aliviar por un momento, pero no sustituye un encuentro humano. Sus respuestas parecen empáticas, aunque no siente ni comprende. Puede aconsejar, pero no acompañar. En tiempos de soledad digital, la verdadera terapia sigue ocurriendo entre dos personas que se miran, se afectan y se reconocen. 


Una noche cualquiera, un joven abre su celular y escribe: —No quiero seguir sintiéndome así. Al instante, una IA responde con emojis para simular calidez: —Lamento que estés pasando por un mal momento ☹. ¿Quieres hablar de lo que sientes? Y así, inicia una conversación donde una inteligencia artificial ofrece respuestas “empáticas”, brinda soporte, da recomendaciones y finalizando con palabras de ánimo una especie de alivio aparece. 

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En esta escena propia de nuestro mundo actual, donde las vivencias de ansiedad y soledad, el afán de respuestas y la búsqueda de inmediatez están a la orden del día, la IA aparece como una “salida”. Quizás sea hasta la única opción para aquellos que se les hace intolerable la espera o para los que no pueden acceder a un servicio de acompañamiento profesional. Pero independiente de los motivos, lo cierto es que la IA hoy sostiene conversaciones, te aconseja, te cuestiona e incluso se muestra “comprensiva”. En este contexto, surge la pregunta ¿puede una inteligencia artificial convertirse en tu terapeuta? 

La IA ofrece grandes oportunidades, pero a la vez, desafíos y peligros. Desde una mirada práctica se destaca: su vasto conocimiento psicológico que logra obtener en segundos, su accesibilidad, en términos de inmediatez y costos, y el anonimato frente al temor de mostrarse vulnerable. En ese sentido, la IA puede servir de apoyo para la prevención, la psicoeducación y el acompañamiento inicial. No hay duda de su utilidad, pero ello no significa que pueda reemplazar lo sanador de un verdadero encuentro. 

La IA “comprende” sin comprender. “Escucha” sin presencia. “Acompaña” sin vínculo. Y es precisamente ahí, en eso que no puede hacer, donde el proceso terapéutico se vuelve irremplazable. Cuando entramos en las consideraciones de la terapia, hay que decir que no es solo un espacio donde surgen unas preguntas y se obtienen unas respuestas.
La IA “comprende” sin comprender.
“Escucha” sin presencia.
“Acompaña” sin vínculo.

El espacio terapéutico es ante todo un encuentro humano, entre dos personas reales, donde la presencia, el silencio y la mirada construyen un vínculo capaz de sanar. Así lo afirma el reconocido psicoterapeuta existencial Irvin Yalom “lo que cura es el vínculo”, refiriéndose a la relación que se desarrolla entre el terapeuta y el consultante. Relación que una IA no puede sostener porque es incapaz de sentir aunque responda como si sintiera.  

La IA puede generar conversaciones donde se muestra “empática”, incluso utiliza tu nombre, generando una ilusión: la IA siente, te preguntas “¿cómo hace?, ¿me conoce?” Parece, que supiera escuchar, acoger y empatizar; saberes indispensables en todo proceso terapéutico. Pero lo que pasa en terapia es algo totalmente distinto, la “magia” si pudiéramos decirle así, no acontece, en que tan bien elaborada está una respuesta ni que tan precisa es la técnica. No, el eje central está en la relación que se construye. 

Una mirada al proyecto STOP: el uso de IA liderado por Ana Freire para identificar señales de riesgo en redes sociales.
Descripción

El don de la terapia

Irvin D. Yalom

Ver libro

Portada del libro El don de la terapia © Irvin D. Yalom, Editorial Herder. Imagen usada solo con fines educativos y de referencia.

En la relación terapéutica, el terapeuta no solo escucha palabras, sino que se afecta por ellas, cada palabra es palabra vivida y sentida. Su escucha no es programada, su respuesta no es genérica. La IA puede repetir con precisión una respuesta compasiva, pero no puede sostener el silencio de un corazón humano herido, ni ofrecer la presencia que valida la existencia del otro, cuando es visto y reconocido. Por eso, llegar a considerar que la IA puede llegar a convertirse en tu terapeuta, es reducir la terapia a un intercambio de información emocional y a unas recomendaciones que si bien son útiles, la despojan de su naturaleza más humana: el encuentro transformador entre dos existencias, que sienten y que se muestran vulnerables.  

🧍‍♀️ Acompañamiento humano

  • Ofrece empatía auténtica y sentida.
  • Responde emocionalmente y se implica.
  • Construye un vínculo terapéutico real.
  • Escucha y presencia que validan al otro.

🤖 Apoyo de una IA

  • Brinda respuestas inmediatas y accesibles.
  • Simula comprensión, pero no siente emociones.
  • Ofrece psicoeducación y acompañamiento inicial.
  • No construye un vínculo emocional genuino.

Desde una perspectiva humanista-existencial, el proceso terapéutico requiere de un terapeuta que también se transforma, al igual que el consultante, que se conmueve, que se implica y se compromete con el otro. La inteligencia artificial puede simular esa implicación, pero no vivirla. La IA puede aconsejarte como vivir un duelo, pero no sentir que es que tu ser querido ya no esté. Puede hablar sobre la ansiedad y darte técnicas para calmarte, pero no sentirá que es angustiarse. Puede hablar del amor y decirte que tu relación amorosa ya no te conviene, pero no conocerá que es amar y lo que se siente cuando te recomienda que termines tu relación. 

 

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Quizás la pregunta sobre la pertinencia y posibilidad de considerar una IA como terapeuta nos invite a repensar las necesidades más profundas aquí mencionadas: sentirnos escuchados, comprendidos y acompañados. Si una IA hoy puede simular “satisfacerlas” y brindarnos un “alivio” pasajero, ¿no sería esta la ocasión para preguntarnos cómo están nuestras relaciones humanas? ¿Cuánto hemos perdido entre nosotros la capacidad de mostrarnos ante el otro, mirarnos, reconocernos y encontrarnos, al punto de preferir hablar con una máquina de información antes que con alguien que siente y vive como nosotros? Que no lleguemos a decir: “La IA me comprende, y tú no”.