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INTERÉS PROFESIONAL

 
Kelly Henao
 
Por: Kelly Henao Romero
Egresada del Programa de Relaciones Internacionales (2007). Candidata a PhD en Internacionalización de la Educación por la Universidad de Groningen, Países Bajos con maestría en Cooperación Internacional y Desarrollo de Université Montpellier I, Francia. Cuenta con más de 14 años de experiencia liderando proyectos de fortalecimiento de capacidades en Educación Superior en América Latina y Europa.
 

Nunca el mundo cambió tanto como en estos últimos meses. No hay una sola esfera de la vida, la economía, la política que no se haya visto afectada por los efectos de la pandemia. El impacto sobre la educación, y en particular sobre la educación superior en el mundo ha sido y será por los próximos años muy importante.

El cierre de las fronteras este año cambió vertiginosamente la escena global de educación superior, particularmente en los estudios de posgrados o estudios de larga duración en el exterior. La caída brutal de la movilidad internacional no tiene precedentes. Según Times Higher Education, en junio de este año alrededor de 300.000 estudiantes estudiaban en el extranjero, en comparación con más del millón de estudiantes en el mismo periodo en 2019.

Las respuestas políticas a la pandemia también afectaron el interés de los estudiantes por elegir a dónde ir a estudiar. Países que dominaban, pasaron al menos temporalmente, a un segundo plano. Por ejemplo, Estados Unidos y sus políticas migratorias particularmente con la cancelación de las visas a los estudiantes chinos o Australia y Nueva Zelanda que cerraron sus fronteras y aconsejaron a sus estudiantes extranjeros volver a sus países de origen.

Otros países como Reino Unido aprovecharon el cambio en esta escena, para volver a introducir ventajas para los estudiantes extranjeros, ofreciéndoles nuevamente la visa de trabajo, lo que significó un repunte en la atracción de estudiantes de posgrado en un 9% respecto al año anterior (The Guardian, octubre 2020).

Según QS, en una encuesta realizada en agosto a 66.000 estudiantes prospectivos de más de 198 nacionalidades, un 60% de los estudiantes había pospuesto por un año sus planes de ir a estudiar en el extranjero y un 12% estaba considerando cambiar de país destino.

Al mismo tiempo, asistimos a un creciente interés por la educación digital con la nueva oferta de formación continua y posgradual que se adaptó a entornos remotos durante la pandemia, y que seguramente cambiará la oferta de las instituciones incluso la de las más prestigiosas del mundo. La HEC-París una de las más importantes escuelas de negocios del mundo, ha reconfigurado su oferta de educación continua, ofreciendo micro credenciales que cualquier estudiante del mundo puede tomar, de forma que mientras avanza en cursos cortos de un par de semanas, va acumulando la certificación de competencias y conocimientos que luego son validadas cuando cursan su MBA. Todo esto en entornos remotos o híbridos.

No es nueva la necesidad de una educación que brinde las competencias necesarias para que los profesionales puedan desempeñarse en un mundo cada vez más globalizado y desafiante. Lo que ha pasado es que esta necesidad hoy es más visible e imperante. El mundo requiere que resolvamos problemas que difícilmente son resueltos de forma aislada, la búsqueda de la vacuna o el cambio climático son dos buenos ejemplos. Las empresas buscan profesionales que sean capaces de trabajar en equipos multiculturales hoy ubicados de forma remota, comunicar con clientes o aliados de diferentes nacionalidades bajo el respeto y la tolerancia a la diferencias; que sean proactivos, resilientes y resuelvan problemas en situaciones llenas de incertidumbre. Nuestras sociedades requieren de ciudadanos críticos y conscientes del efecto de nuestras decisiones y su impacto global.

Lo que sabemos es que muchas de estas competencias se logran desarrollar con la suma de experiencias educativas internacionales a lo largo de la vida. Para quienes están decidiendo su próximo paso en su carrera profesional, dos mensajes:

Educarnos a lo largo de la vida. La formación no termina con nuestro título profesional, luego la maestría o el doctorado. Los desafíos actuales requieren de nosotros la búsqueda por una permanente formación que nos ayude a desarrollar las competencias clave a lo largo de nuestra vida profesional y como ciudadanos. Para desarrollarlo, el abanico de posibilidades es muy amplio y sigue creciendo. Las micro credenciales son solo un ejemplo de cómo ir adquiriendo nuevas piezas de competencias para mejorar nuestro desempeño o preparar el próximo paso a un programa de formación más largo.

Mantenernos bien informados nos ayudará a tomar mejores decisiones. Ya decía Mafalda, “cuando parecía que ya teníamos todo más o menos claro, nos cambian las preguntas”. Esto no es grave. Ante un contexto volátil, lleno de incertidumbres, nuestro mapa de navegación debe basarse en datos confiables. Aquellos que hoy están decidiendo a donde ir a estudiar en uno o dos años, deben buscar informarse no solamente en lo básico: programa que escogen, financiamiento, sus beneficios y la validez del título que escogen en su propio país sino tomar en cuenta el contexto sociopolítico y económico del país que quieren escoger para vivir.